Se encuentra el Teatro Amira de la Rosa sobre el costado de un boulevard rodeado de frescos árboles que cuando florecen da gusto pasear por sus calles. Acudir a él los domingos en la mañana en su época de esplendor o en las noches de gala inspiraba a los barranquilleros a vestirse con las mejores indumentarias pues, la elegancia y educación de sus acomodadoras, los relucientes pisos, la pulcra alfombra roja del segundo nivel, el aire acondicionado confortable, el imponente cuadro del maestro Alejandro Obregón en el salón principal eran un mandato de las buenas maneras. Su construcción fue una obcecada idea de un grupo de barranquilleros cívicos que sortearon infinidad de obstáculos con tan grande deseo de hacerlo bello que viajaron a Austria a conocer un modelo para adaptarlo al nuestro. Ni la entrada al teatro de la opera de Viena es tan magnífica como las escaleras coronadas por la lámpara de miles de cristales del Amira de la Rosa. Es un espacio de la cultura y el arte que se nos está muriendo de una callada manera.

Paradójicamente, de una callada manera también, hay en Barranquilla otro espacio cultural que se mantiene vivo, palpitante, con un profundo respeto por todos los artistas a quienes contrata para veladas de teatro, de danza, de música, de conferencias ofreciéndolas gratis al público como contribución desinteresada al desarrollo de la creatividad de los barranquilleros, es el Centro Cultural Colombo-Americano entidad sin ánimo de lucro que bajo el apoyo de la Embajada de Estados Unidos, en estos tiempos de auto bombo cumple silenciosa pero pertinazmente con su labor cultural de largas décadas.

Desde hace sesenta y cinco años además de enseñar inglés, el Colombo –como le dice la gente- tiene una galería gratuita abierta a todos los ciudadanos donde pone a disposición de cada artista en su gran noche un coctel con el más amable trato para él y sus invitados. Tiene una biblioteca bilingüe para la ciudad con ejemplares valiosos, una sala multimedia contemporánea, una sede norte innovadora en su concepción ecológica para que los niños disfruten de aire limpio con amplios espacios de estudio.

El Teatro Amira se nos muere porque hay personas que lo están dejando morir, mientras el Colombo-americano vive con su programación artística y cultural, su estilo de atención, respeto y rectitud gracias a su director Edward McGrath y su esposa María Cristina Betancourt quienes, sin ningún alarde, por estas fechas pasan a gozar de un merecido retiro después de años de puntualidad en sus horarios, de atención amable en sus oficinas dejando un ejemplo de buenas maneras, de honestidad y de actitud de servicio hacia los estudiantes, artistas y visitantes. Ellos, sabiamente, han formados a sus sucesores Sarita Barceló y Mario Zapata para que continúen con los mismos principios en beneficio del arte y la cultura de Barranquilla y la región Caribe. Necesitamos que la Alcaldía con seres humanos sensibles saque al Teatro Amira de la Rosa de esa muerte lenta, callada, que nos duele a todos los barranquilleros para que allí vuelva a vivir el arte y la cultura con la alegría de la fuente de agua que nos daba la bienvenida.

luceromartinezkasab@hotmail.com