Por más que nos esforcemos, por más que digamos lo contrario, por más que queramos, seguimos actuando como si fuésemos una colonia, como si fuésemos un accesorio de un país y como si nuestra principal meta, fuese la de ser lo suficientemente parecidos a nuestros colonizadores.

En Colombia, se le crece el ego al que porta un pasaporte estadounidense o, mejor aún, europeo. Algunos se sienten superiores al hablar de sus apellidos de orígenes francés, alemán, español o italiano, como si los que llegaron buscando nuevas oportunidades, fuesen de la mismísima nobleza (digo algunos y no todos, pues mi bisabuela era italiana, y como todo inmigrante, llegó con una mano adelante y otra atrás).

Y otros creen que son de sangre azul porque han podido viajar y conocer el mundo, ‘pordebajeando’ al que no ha tenido la misma suerte.

Se equivocan los que piensan que la oportunidad de salir de Colombia, de hablar varios idiomas, de hacer parte de un club social o de haber tenido la mejor educación posible, les da la potestad de creerse más que el que no lo ha logrado. Se equivocan los que utilizan sus ínfulas de superioridad, como un arma de insultos y condescendencia. Se equivocan los que creen que porque el otro no conoce algo, significa que es corroncho.

Esta semana se volvió viral un video en el que dos empresarios jóvenes de Bucaramanga, literalmente ‘botaron el chupo’ y mostraron lo peor de sí mismos. En unas historias de Instagram, los bumangueses intentaron ‘defenderse’ frente a la opinión de un ‘foodie’ (bloguero de comidas), quién había hecho en su página una crítica constructiva sobre la pizza que éstos vendían, y, como dicen las abuelas, ‘les salió lo roto por lo descosido’.

Aunque eventualmente borraron las historias, el internet no perdona, y pronto en todas partes estaban los comentarios denigrantes de éstos personajes, cuyo único argumento para desprestigiar al ‘bloguero’, era que se notaba que nunca había ido a Nueva York, más específicamente Manhattan (pronunciado por ellos como ‘manjaran’), y que por eso no podía tener la más mínima idea de cómo debe saber una pizza americana.

Y he aquí mi opinión: no solo son clasistas y elitistas las frases que dijeron los empresarios, sino que la verdad, son un acto de corronchera absoluta. Tanto así, que de dueños de una pizzería, rápidamente se convirtieron en los bufones de todo un mundo digital. No tardaron en llegar los ‘memes’, las parodias de los comediantes, las burlas de los tuiteros y los ‘Tik Toks’ utilizando el audio. El numeral #Manjaran se volvió tendencia nacional en Twitter por un día entero (esto muestra también la sociedad banal en la que nos encontramos, dónde ciertas cosas causan conmoción nacional, mientras otras de peso no lo logran. Pero eso es otro cuento), y a los estos ‘expertos culinarios neoyorkinos’ les cobraron el peaje de las redes.

Curioso que por querer posar como reyes del conocimiento, gracias a las oportunidades que la vida les ha permitido tener, terminaron pareciéndose a los que ocupan el último puesto en las cortes nobles de la Edad Media.