Toda la vida le había escuchado decir a la gente que ‘la verdad libera’, pero solo hasta esta semana pude comprender qué tan poderoso y verdadero era este concepto. Llevo más de seis años creando contenido digitalmente, y más de cinco años escribiendo para este periódico, y a pesar de que había hablado muy por encima acerca de la importancia que había que darle a las enfermedades mentales, nunca antes había hablado acerca de mi historia con ellas. Nunca antes me había atrevido a hablar públicamente sobre mi lucha.

Para quienes no saben de lo que hablo, el pasado domingo subí a mi cuenta de Instagram (@marcelagarciacp) un video en el que conté a grandes rasgos una parte de mí que hasta el momento había mantenido en privado: mi batalla contra la bulimia. En él conté acerca de cómo esta enfermedad mental que no entiende de razones, y que tiene tanto estigma en nuestra sociedad, le había quitado vida a mis años, de cómo fue creciendo sin darme cuenta, de cómo me dejó cicatrices, y de cómo me fue apagando poco a poco.

Y desde entonces he recibido muchos mensajes. Mensajes de amigos y familiares que a pesar de conocerme la vida entera, no conocían este lado de mí, mensajes de apoyo de seguidores que sin conocerme y sin yo conocerlos en persona, siento que en realidad sí nos conocemos, y mensajes de personas que querían que yo conociera que ellos también viven o han vivido mi misma lucha, o en su defecto, similares batallas.

Y de éstos últimos hubo cientos. Me impresionó leer qué tan poderosa se ha convertido esta enfermedad, y cuántas vidas ha querido destruir, pues fueron cientos de mensajes de mujeres (casi todos eran de mujeres), que sufren en silencio, ya que la gran mayoría sienten que pocos le dan validez a su batalla por ser de la mente, que muchos creen que es un tema de vanidad y de capricho, y que sobre todo, es cuestión de simplemente tener fuerza de voluntad. Y no, no es así.

Esta y todas las enfermedades mentales deben ser tratadas con la misma urgencia que se trata cualquier otra enfermedad. Debe ser tratada y medicada, debe ser conducida por un especialista, y debe ser tomada muy en serio. Lo digo por experiencia propia, no es algo de lo que se puede salir solo. Lo intenté por muchos años, me engañé a mí misma por otros más, y lo único que logré fue hundirme más en el hueco.

Y sí, gracias a estos mensajes, sé que ha valido la pena contar mi historia, pues durante mucho tiempo sopesé la idea de si debía contarla o no. Era algo muy íntimo y abrirme de esta manera no fue algo fácil, pero fueron más grandes mis ganas de comenzar a hablar de algo que realmente valiera la pena. Yo quería usar mi voz para cambiar vidas, para que personas que estén sufriendo como lo he sufrido yo, no se sientan solos en su lucha, y para que se atrevan a darle nombre a las enfermedades de la mente.

Porque el primer paso es dejar de engañarse a sí mismos. Y el segundo, batallar por una vida dónde ‘ser feliz’ sea una posibilidad.