Recuerdo que alguna vez escuché a alguien decir que Alex Saab jamás iría a la cárcel, porque según él, las personas así de ricas, así de inteligentes, así de poderosas, no iban a la cárcel. Y aunque esto fue hace ya unos años, cuando poco se sabía realmente acerca de hasta dónde llegaban los tentáculos de este hombre, me atreví a hacer una apuesta simbólica. Una que probablemente esta persona ya haya olvidado, pero que a mí definitivamente no se me olvida. Una en la que le aposté a la justicia divina, porque me negaba a creer que alguien tan ‘cruel’ pudiera caminar por la vida sin consecuencias.

Soy creyente de que uno todo lo paga, que lo bueno y lo malo que hagas, como un búmeran, se te devuelve, pero también, soy creyente de que no siempre se presenta de la misma manera en la que se lo entregas al universo. A veces es ‘ojo por ojo, y diente por diente’, como algunas otras es un ‘cuando menos lo esperes, y de la manera que menos lo creas’. Esta vez fue exactamente como se lo merecía.

Una persona que sea capaz de robarle comida a los más necesitados, que sea capaz de intercambiar leche por ‘básicamente agua que quiso ser leche’ que iba destinada para gente con hambre, que sea capaz de hacer parte de la ruina de todo un país sin sentir culpa, y que sea capaz de ser tan despiadado con las esperanzas de todo un pueblo, merece castigo. Y merece castigo mientras esté vivo.

Sin embargo, en este caso, lo importante es que ese encierro sea lo suficientemente fuerte para lograr que se le ‘afloje’ la lengua, y de esta manera, tener la evidencia para sustentar lo que ya dejó de ser un secreto a voces desde hace muchos años: que los que dirigen a nuestro país hermano, son todos unos delincuentes. Creo que finalmente ha llegado el momento que tanto estaba esperando el pueblo venezolano. El momento para poder liberar a la patria en la que irónicamente nació el ‘Libertador’ Simón Bolívar, del secuestro en que ha estado sumida desde hace décadas. Porque así es como está en este momento: secuestrada por quienes la han saqueado y vuelto a saquear varias veces sin que absolutamente nada pase.

La verdad es que aunque se nos ha enseñado a no regocijarnos del mal ajeno, tengo que aceptar que celebré la noticia de su extradición con sentimiento de satisfacción. Pues al igual que muchos otros, durante todo este tiempo que estuvo Saab en Cabo Verde seguí la noticia sigilosamente, y cada vez que había un ‘atraso’ llegaban a mí las palabras de la persona con la que hice la apuesta. ‘Quizás comprará a todo el mundo’, ‘quizás conseguirá cómo volarse’, ‘quizás su poder logre que alguien lo proteja’, ‘quizás sea cierto que las personas así de ricas no conocen nunca el interior de una prisión’...todo eso lo llegué a pensar, pero al final sucedió lo que para muchos hace un tiempo era impensable. A pesar de todos los esfuerzos legales, y a pesar de todo el dinero que hubo de por medio, Alex Saab sí terminó encadenado a un mundo sin privilegios.

Su captura y su extradición devuelven un poco la fe en el orden de las cosas, y desdibujan de alguna manera ese imaginario de que los poderosos siempre serán poderosos, y de que el dinero siempre será capaz de comprar la libertad.

Espero que esta sea tan solo la primera ficha que cae y, al igual que todo dominó, sea el impulso para lograr que el resto caigan en fila...una fila que quizás (y ojalá) termine llegando a Colombia.