Ay, yo sé, está pasando de todo en el país, y nos estamos jugando el futuro de esta nación, pero esta columna de hoy, va con el corazón. Para muchos el tema del ‘Carnaval’ es uno de rumba, desorden, trago y maicena, pero para los que verdaderamente amamos esta fiesta por su tradición, por su autenticidad, y por lo que nos hace sentir, el hecho de que vuelva a revivir ‘Joselito Carnaval’, nos devuelve la esperanza a la vida.
Mientras termino de escribir estas palabras, me voy preparando para la ‘Noche de Guacherna’, y por segunda vez en mi vida, tengo nervios. Por un lado, porque me parece mentira que esto esté pasando. Nos acostumbramos tanto a las cancelaciones, a los aplazamientos, y a los planes desarmados, que cuando algo sí se llega a llevar a cabo, hay exceso de emoción. Una parte de mí simplemente creyó que nada nunca iba a ser como antes, y que esta parte de mi vida que juega un papel importante en mi identidad, iba a quedar como un recuerdo. Cuánto me alegra que ese no haya sido el caso.
Sin embargo, por otro lado, es importante para mí esta noche, porque por primera vez en mucho tiempo, recorro estas calles sana, y siento que quien se las está gozando, es una mujer para la que todo es una novedad.
Yo creo que quizás esto solo lo entiende quién le ha ganado una batalla a la muerte, porque muchas veces así mismo me sentí. Como si todo fuera una gran danza del Garabato. Una pelea constante entre la vida y la muerte, y al final, es la primera, con todas sus alegrías, preocupaciones, victorias y tristezas, la que gana la partida.
Hoy voy a sonreír sin tener que fingir, y vestida de blanco, me enfrento a una ciudad que vuelve a encontrarse, con la excusa perfecta de esta fiesta que renace. Hoy vuelvo a la 44, pero al mismo tiempo, siento que nunca antes la he pisado. Hoy vuelvo como un ejemplo de que verdaderamente, se puede vencer hasta lo que uno cree que es invencible.
Estas palabras las leerán un sábado, pero déjenme decirles que tengo claro que este no es un viernes cualquiera. Inclusive siendo ‘un viernes de Guacherna aplazado’. Y no sé cómo explicarlo.
Se siente en el ambiente, y podría jurar que puedo escucharlos. Puedo escuchar a los congos que alistan sus machetes y sus vainas, a las cumbiamberas que desempolvan sus polleras, y prenden sus velas, a las marimondas y a los monocucos que con felicidad se camuflan para lograr poder desinhibirse, a los garabateros que se pintan la cara de blanco y los cachetes de rojo, y a cada uno de los tantos otros hacedores de este Carnaval, que llevan contando los años, meses, días y horas para poder vivir y gozar de este instante.
Qué viva el Carnaval de Barranquilla, porque mientras él siga vivo, una parte de nosotros se hace inmortal.
Y nos vamos pa’ la Guacherna…