Barranquilla hoy se siente diferente, y todos sabemos por qué. Es la Gran Batalla de Flores, pero no es cualquiera de la que se está hablando, sino de esa que vuelve a ser, luego de estar tanto tiempo ‘perdida’. Vuelven las carrozas, vuelven las emociones, vuelven las flores que caen desde el cielo, vuelven los amoríos fugaces, y los romances que de ahí nacen pa’ quedarse para siempre.

Y aunque lo bueno vuelve, lastimosamente, lo ‘malo’ también. Vuelven las críticas de quienes nunca están conformes con nada, de los que se quejan y no hacen, de los que les molesta que la gente sea ‘lo que les dé la gana de ser sin que eso vaya en contra de los derechos de los demás’, de los que alimentan rumores solo porque sí, y de los que disfrutan poner a mujeres a competir, cuando ni siquiera están en competencia.

Porque sí, este mundo al fin y al cabo, es todavía uno machista. Uno donde las mujeres tenemos fecha de expedición, y donde solo hay espacio para una. Los hombres pueden todos ser exitosos, pues hay un lugar para todos, mientras que a las mujeres, en una especie de ‘discriminación positiva’ nos hacen creer que hay que canibalizarnos los lugares.

Y es por esto que la sociedad se encarga de tratar de enemistar dónde no hay enemistad, y comienzan los cuestionamientos, y las cizañas con el fin de dejar a una de las partes ‘mal parada’.

Es por esto que es necesario en este mundo que empecemos a educar distinto. Merecemos un lugar en el que la decisión de una mujer, la decisión de escoger algo que la haga feliz (sin ir en contra de los derechos de nadie), no altere el orden del universo.

Merecemos un lugar en el que podamos vivir y gozar sin ser apuntadas por un dedo con la intención de hacernos sentir vergüenza. Merecemos más, y sobre todo, merecemos serlo sin pensar que tenemos un reloj que va en nuestra contra.

Por eso desde hace un tiempo ya largo, decidí usar mi voz para poder generar una conversación distinta. Una en la que las mujeres podamos aprender a compartir sin competir, y a entender que no se deja de brillar porque otra lo haga. Las mujeres seguras de sí mismas no se opacan por la luz de otras, pero eso es algo que todavía nos cuesta entender. Pero que espero que poco a poco, podamos resolver.

En las oficinas, en los altos cargos, en las industrias de música, arte y cine, y hasta en las fiestas, hay espacio para todas. Y no, lo uno no impide lo otro. Para todas las que quieran y deseen hacer lo que las haga felices, hay espacio en este mundo de hombres.
Así que a gozar y a vivir, y a dejar que otros lo hagan. ¿Sí?