Se acabaron las fiestas, y el 2022 oficialmente se puso tenso. Ya no hay excusa que valga, el tema de conversación es uno solo, y a todos nos tiene preocupados: el futuro que se nos aproxima.
Decidí hace unos años que cuando se tratase de política iba a escribir de manera generalizada, pues me resultaba increíble que cualquier opinión que yo pudiera tener inmediatamente se convirtiera en amenazas, en insultos y en categorizaciones por parte de fanáticos que han cambiado su religión por el nombre de su líder, y a capa y espada lo defienden, a pesar de que muchas veces esté profundamente equivocado.
Sin embargo, lo que está en juego aquí es tan grande que todo grano de arena cuenta, y aquí va el mío. Jamás voy a decir por quién creo que se debe votar para presidencia, pero sí me siento en la capacidad para decir por quién creo que no hay que hacerlo nunca.
Antes de arrancar, comienzo escribiendo lo que siempre escribo antes de criticar al candidato presidencial Gustavo Petro, pues como es usual en él y en sus ‘militantes’, su argumento para combatir un reclamo será el de decir que lo que digo lo digo porque soy una uribista enmermelada, así que de entrada repito que a mí el ex presidente Uribe me tiene bloqueada de sus redes sociales desde el año 2017, y que no, yo no tengo un contrato con el Estado. A mí los impuestos de otros no me pagan mi vida.
Habiendo dicho esto, creo que es hora de ponerles ‘lentes’ a los ojos enamorados de algunos que pareciera que hubieran perdido la capacidad para escuchar y para entender lo que su mismo líder les está diciendo que hará.
Dice que acabará con la corrupción, y está rodeado de las personas más corruptas de la historia de Colombia. Dice que acabará con la injusticia, y fue incapaz de quitarle el aval a Piedad Córdoba, quien hoy es señalada por testigos de ser una de las más importantes traficantes de secuestros del país. Dice que utilizará los fondos de pensiones de las personas que han trabajado la vida entera para tener una vejez digna, y miente una vez tras otra para poder sustentar el por qué debe hacerlo. Dice que ‘democratizará’ (una palabra bonita para decir expropiar) empresas y tierras que generan empleo, y tilda a todos los medios de comunicación, a los periodistas, y hasta internautas digitales de tan solo 14 años de ser neonazis si tienen la osadía de contradecirlo.
Es increíble lo que un discurso populista puede llegar a hacer en la gente. Definitivamente, el amor es ciego, sordo y mudo.
Su cinismo no tiene límites. Critica a otros candidatos por no ir a debates, pero deja de ir a ellos cuando se da cuenta de que lo que dice no cala bien entre los ciudadanos, o cuando es pillado en una de sus tantas falacias. Critica a otros candidatos por ser apoyados por otros partidos, pero cuando este abiertamente es respaldado por los grupos guerrilleros que aún militan no pasa absolutamente nada. Critica la falta de democracia, pero la aplaude cuando lo respalda a él. Mejor dicho, su incoherencia es su mayor característica.
Es por esto que hoy, querido lector, te invito a que utilices todas tus fuerzas para lograr que el que tienes a tu lado escuche bien lo que se está diciendo, y entienda lo que esto significa. No se trata de convencer, sino de que comprendan lo que el mismo líder está diciendo.
Porque una cosa es querer un cambio, y otra muy distinta es que la cura se convierta en algo mucho peor que la enfermedad.