Siete segundos. A eso están condicionando nuestras mentes. Siete segundos, eso es todo lo que los que consumimos redes, en especial los jóvenes entre los cinco y los quince años, estamos condicionados a aguantar. Siete segundos, nada más.

Dicen que uno debe escribir sobre lo que sabe, y creo que si algo sé es de esto. Como creadora de contenido digital desde hace ya más de seis años y medio, y como una simple consumidora más, he visto lo que paulatinamente ha venido sucediendo con estas plataformas, y como todos, he tenido que adaptarme a sus cambios hasta convertirlos en una normalidad en mi vida.

Poco a poco las redes sociales se han encargado de ser cada vez más rápidas, y al tiempo, a ser cada vez adictivas. Los videos se vuelven más cortos, y de repente, ya casi nadie ‘aguanta’ estar más de treinta segundos viendo un solo video. Entretener se ha vuelto difícil, pero educar se ha vuelto imposible. Porque nuestro déficit de atención colectivo se ha vuelto insostenible.

Estamos cultivando una generación que se aburre de todo y que se informa poco, ya que es incapaz de ir más allá de un titular, o inclusive, de ir más allá de los primeros siete segundos de un video.

Y no, esto no es una queja de los noticieros o de los maestros de clase únicamente, esto es algo que hasta quienes se encargaban de crear la mayor parte del contenido digital años atrás, han venido observando. Los ‘youtubers’ (un título que curiosamente en menos de ocho años ya se ha convertido en sinónimo de vejez) lo dicen todo el tiempo. Ya no logran captar la atención de sus seguidores por más de unos segundos. Videos de 15 minutos ahora son toda una tortura, y es por ello que ya no tienen el alcance que tenían antes. Los consumidores se distraen demasiado para ver un tutorial de maquillaje que sobrepase los tres minutos, y ya no vale la pena el esfuerzo de tener que producir y editar tanto contenido.

Pero esto no ha sido al azar, sino absolutamente premeditado. Quienes lideran este mundo quieren que quienes lo habitemos seamos más sumisos, más influenciables, más fáciles de convencer y, por ende, más fáciles de dominar. Y aunque inicialmente pudo haber tenido intenciones netamente comerciales, su alcance, y sus consecuencias, son infinitamente peligrosas. Un mundo deprimido, aburrido, egoísta y con poco interés para lo verdaderamente importante.

Es por ello que tenemos que reeducar a la sociedad y a la generación que se está cultivando, para que esta pueda volver a ser capaz de prestar atención, lo suficiente como para poder lograr hacer un simple análisis. Tenemos que obligarnos, y obligarlos, a ver videos de más de un minutos hasta que nos volvamos a acostumbrar a ver los de una hora. Tenemos que obligarnos, y obligarlos a leer más de unos cuántos caracteres en Twitter. Tenemos que obligarnos y obligarlos a absorben más información de valor.
Porque si ahora siete segundos son una eternidad, ¿qué nos depara para el futuro?