Yo no sé qué pase mañana, pero desde ya declaro que me siento deprimida. La pandemia definitivamente no nos hizo mejores personas, y todo lo que ha pasado en los últimos meses lo demuestra. Estamos viendo lo peor del ser humano ante nuestras narices, y lo más triste de todo es que estoy segura que mañana será todavía más horrible.

Y es que estas elecciones presidenciales han logrado evidenciar qué tan bajo pueden llegar a caer algunos políticos por su afán de poder, y al tiempo, qué tanto cinismo puede llegar a existir entre los fanáticos ciegos que siguen sin preguntar, aplauden sin saber, y critican al otro sin darse cuenta de que el que les indica a señalar sin clemencia está todavía más untado que el señalado.

A veces me siento a pensar en aquel que vota con esperanza por ese ‘cambio’ que tanto llevan prometiendo, creyendo que verdaderamente se acerca esa oportunidad de transformación, y me dan ganas de abrazarlo. Esto es como cuando una persona se enamora perdidamente del que no le conviene, pero es incapaz de ver las señales que están a su alcance. La ilusión es tan grande que ya la razón no le pertenece.

“Algo tiene que cambiar para que nada cambie”, y eso es exactamente lo que está pasando en este momento. A muchos colombianos les están ‘cambiando el sofá’, y pocos se están dando cuenta de ello.

La verdad sea dicho: un apartamento no cambia si no se cambian las tuberías, si no se transforman los espacios, y si no hay una obra civil en proceso, y Colombia no va a cambiar si ‘los mismos y los aún peores’ llegan a estar en la foto de la victoria.

Quienes hablan de cambio es porque lastimosamente (o quizás afortunadamente. Debe ser bonito vivir en la ignorancia) no saben el alcance tan grande que tienen personajes políticos como los que rodean a la bandera de la ‘política del amor’, y no saben que su líder ya hace rato que le entregó el alma al Diablo, uno que tiene tantas caras que me es imposible escoger solo una.

Ojalá esté equivocada. Ojalá me callen la boca. Ojalá todo esto sea tan solo una paranoia, y no sea ‘tan grave’. Créanme que nada en el mundo me gustaría más que eso…

…sin embargo, tristemente, me atrevo a decir que es difícil probarme lo contrario.

Esperemos a ver qué pasa mañana, y que Dios guarde a nuestra Patria. Punto y coma.

PD: Si eres de esos que quiere votar en blanco porque ninguno te convence (te comprendo), recuerda que así queramos que las cosas sean distintas, el pueblo escogió y la presidencia está en manos de uno de estos dos candidatos. El futuro del país y hasta nuestra libertad democrática está en manos de estos dos candidatos. Escoge el que te parezca ‘menos peor’, y ten claro que éstas quizás pueden llegar a ser las últimas elecciones libres en mucho tiempo.

Ahora sí, y punto.