Para no hablar de lo absolutamente ilógico que resulta la idea de tener que depender en el futuro del regimen dictatorial venezolano para obtener gas, para no hablar de lo que esta noticia le haría al precio del dólar, y para no hablar de las excusas que han dado algunos de los congresistas de izquierda para no reducirse el sueldo, luego de que justamente fue con esa promesa con la que se hicieron elegir, hablemos mejor de mi auto-impuesta cortina de humo preferida, el Carnaval de Barranquilla.

Llegó agosto y eso solo significa una cosa: ha llegado la fecha para elegir a una nueva soberana, pero esta vez, se siente en el ambiente que la cosa ha cambiado. Y desde luego que sí.

A ver, antes de cualquier cosa, doy un poco de contexto; uno que aunque he repetido antes, siempre encuentro gente que no lo conoce, y es necesario saberlo para entender el por qué de las cosas. Hay gente que siempre ha creído que el Carnaval, se financia con dineros del erario público, pero no es así. Desde hace 30 años que se fundó Carnaval S.A.S, gracias a la visión de ciertos líderes de la ciudad quienes consideraron que para que esta fiesta tuviera renombre internacional, se necesitaba una organización a la altura y, por ende, una que no dependiera del alcalde de turno, esta se financia con lo que se recauda de los palcos (que cubre el 40%), y el resto con lo que se consiga de patrocinios. Lo que la Alcaldía le da a la organización como tal, son 700 millones de pesos, que es lo que más o menos cuesta el alquiler de los espacios. El resto del dinero de lo que da el distrito se divide entre los otros operadores del Carnaval y grupos folclóricos.

Es decir que para hacer un Carnaval que cuesta unos 12 mil millones de pesos, y lograr mover la economía local de la manera en la que lo hace, se necesita una gestión comercial titánica que cada año se vuelve más difícil.

Es por esto que se le pedía hasta hace un año a la Reina del Carnaval la tarea de financiarse todo, lo que hacía inviable que todas las niñas pudieran soñar con esto. O te conseguías los recursos por adelantado con el apoyo de patrocinadores (mi caso, por ejemplo) o contabas con los recursos. Punto.

Esto hacía que tan solo un puñado de familias pudieran poner a sus hijas a participar, incluso dejando por fuera a las que pertenecían al mismo entorno social de siempre. Por ende, esto desde hace mucho tiempo había dejado de ser un tema social, y se había quedado siendo tan solo un tema económico. Si se lograba resolver lo segundo, se podía abrir la puerta.

Y fue así como desde el año pasado, a pesar de que la organización sigue en un estado endeble, Carnaval S.A.S tomó la decisión de financiar a la Reina e incluir sus necesidades dentro de sus gastos, y hoy por esta razón estamos viendo que tantas se lanzan al agua por la corona.

La verdad, había llegado la hora de este cambio. Esto no significa que nunca más habrá una Reina que tenga solvencia económica, solo que ya no será un requerimiento. Porque en todas las esferas sociales hay ganas, talento, y amor por la fiesta.

Que empiecen ‘los juegos del hambre’ versión Carnaval, y que gane la mejor.