Benito Antonio Martínez Ocasio pasará a la historia como el artista de esta generación, y guste o no su música, todos podemos estar de acuerdo en que este boricua ha llegado y va a seguir llegando dónde ningún otro latinoamericano lo ha hecho antes. Y esto tiene una razón de ser.
Hace unos días mis papás me preguntaron que cuál era la gracia de ese ‘conejo malo’, que por qué estaba tanta gente obsesionada con él, y que por qué hay quienes están dispuestos a pagar millones en una reventa abusiva de boletas, solo por verlo de cerca, y la respuesta es la siguiente: porque supo aprovechar el camino recorrido por otros colegas que vinieron antes que él, al tiempo que ha sabido entender hacia dónde va el mundo y qué es precisamente lo que este quiere ver.
Ahora, lo que lo hace genuino es que tanto él como su historia, lo son. No tuvo que cambiar o crear un personaje que se acomodara a la realidad, sino todo lo contrario. Quién es y lo que representa es exactamente lo que es y representa a esta generación y la que viene en camino. Y es quizás por eso que su arte ha logrado convertirse en la voz de un mundo de gente.
Que un álbum en español dónde aparte de trap y reggaetón, tenga una combinación de ritmos como merengue, mambo, indie pop, rock, afrobeats, y reggae, esté nominado a los Grammys a mejor álbum del año es algo que hasta hace tan solo diez años se pensaba imposible.
Bad Bunny se convierte en el primer latinoamericano que logra hacer esta hazaña produciendo un álbum en español, y aunque sin lugar a dudas el mundo se ha preparado para este momento (porque como dice Benito: ‘ahora todo el mundo quiere ser latino’), la realidad es que no podía ser de otra manera que no fuera con él.
Como todo artista, este puertorriqueño de 28 años, incomoda, reta, migra, combina, y se atreve a romper las reglas. Se burla de sí mismo, y lleva a cabo ideas que otros pensarían que están dispuestas al fracaso. Toma del pasado lo que los artistas de su infancia le dejaron impregnado, y lo fusiona todo hasta llegar a hacer canciones que comienzan siendo una cosa, y terminan siendo otra.
Y lo mejor, es que su arte va mucho más allá de la música. Bad Bunny hoy es un ícono de moda, es un referente cultural, es un concepto y hasta tiene su propio lenguaje. No es solo un cantante, es un movimiento. Uno que tiene la capacidad de unir a millones de hispanohablantes para hacernos sentir orgullosos de la tierra de la que vinimos, sin necesidad de sentir que tenemos que andar copiando o imitando otras nacionalidades.
En su obra hay protesta y hay respaldo, y ha desafiado las ‘leyes’ que estaban escritas sobre cómo un artista de reggaetón debía ser y pensar, pues para nadie es un secreto que anteriormente la manera de vestir y de hablar sobre la sexualidad era una sola, y en nada se parecía está a la fluida que proyecta Benito.
En fin, esta noche se vuelve a presentar Bad Bunny en Medellín, y me alegra saber que estaré presente para ver en vivo al hombre que no le tuvo miedo a dejar huella dónde nunca antes se había dejado una.