Los niños no son terroristas, no son guerrilleros, no son paramilitares, no son delincuentes, son víctimas. Víctimas del abandono del Estado, de los grupos armados que los reclutan, de un Gobierno que no les brinda garantías. Es increíble que el país se entere de un bombardeo en donde murieron ocho menores de edad, entre ellos una niña de doce años, y algunos intenten justificar un crimen de lesa humanidad.
Es el único nombre que se le puede dar a semejante atrocidad. Colombia es un país terrible, que desvaloriza la vida.
Es inaudito que bombardearan esa zona. El objetivo, en cualquier país decente, sería rescatar a los niños. Pero la vida de los pobres en este país no vale nada. Por eso seguimos matándonos y nadie reacciona. Nos volvimos inmunes al horror. Nada nos sorprende ni nos duele. Y ellos, los violentos, nos arrebatan los derechos y hasta la posibilidad de protestar. Estigmatizan a quienes protegen los derechos humanos y la vida.
Mencionan la situación de los países vecinos. Esa inconformidad que los lleva a la protesta. A defender el Estado y hacerlo respetar. Las manifestaciones son una realidad en diferentes países latinoamericanos. Sin embargo, no se puede comparar a ninguno de esos países con Colombia. Nosotros seguimos en un conflicto armado a pesar de la firma del Acuerdo. No se respetó el proceso de paz y está iniciando una nueva guerra. Aquí, si protestas te estigmatizan, te desaparecen o te matan. Es muy grave nuestra situación. Es urgente que el mundo sepa lo que pasa y hagan eco de nuestro dolor.
Era evidente que el ministro Botero iba a renunciar después del escándalo de los niños. Ahora, esa renuncia no soluciona el problema. Se necesita una transformación en la cúpula militar y en la política de seguridad. La presencia del Estado en las regiones abandonadas. Es mucho más complejo que cambiar de ministro. Pero es una solución cosmética que autoengaña al ciudadano. Y lo peor es que funciona.
Al Gobierno parece no interesarle resolver la raíz del problema. Le conviene el descontrol, seguir perpetuando la desigualdad y la violencia. No es exageración, el proceso de paz se destruyó. Y no es el primer Acuerdo ni proceso fallido. Llevamos setenta años, por no escribir doscientos, en esta especie de feudalismo. Repetimos, repetimos y repetimos. La tierra como eje del conflicto. Se le suma el narcotráfico, que también hace parte de esa tierra.
El Estado somos todos. Y todos hemos fallado. Salir a las calles a protestar es lo único que nos queda. No podemos permitir que nos condenen a otros setenta años de guerra. Este 21 de noviembre tenemos que defender la vida y la paz, a esa Colombia olvidada. Y recuerden, los niños son víctimas. No son una excusa para justificar la guerra. Serán el detonante de una protesta colectiva. De una protesta multitudinaria.
Colofón: Este fin de semana se estrenó ‘Amigo de Nadie’, dirigida por Luis Alberto Restrepo. Las actuaciones son maravillosas, están llenas de verdad. Juan Pablo Urrego, Ricardo Mejía, Julián Delgado, Catalina García, Patricia Tamayo, Germán Jaramillo, John Alex Toro, entre otros, nos cuentan una historia real. Dura. Cotidiana. En medio de tanta violencia y distorsión de la sociedad, ver la pieza audiovisual es un gran ejercicio de memoria. No se la pierdan. Está en la diferentes salas del país.
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