El paro nacional fue multitudinario. Las diferentes regiones se manifestaron. La falta de garantías por parte de un Gobierno, que más bien es parecido a un desgobierno, despertó a un pueblo que llevaba décadas adormecido. El paro es contra las reformas insostenibles que pretenden implementar, contra la violencia y el abandono estatal, contra la corrupción y la explotación desmedida de los recursos naturales. Es en pro de la vida y la dignidad humana. Es importante que el presidente escuche a la ciudadanía. A pesar de las marchas en todo el país, insiste en negar los errores, evita el diálogo y desvía las razones del paro. Por eso es necesario recordarlas, aunque seamos repetitivos.

Barranquilla fue la gran protagonista. Miles de personas salieron a las calles. Fue la marcha más pacífica del país. El alcalde respetó el derecho a la protesta, mientras que los barranquilleros dieron un ejemplo de dignidad y esperanza.

Apoyo el paro nacional. Marché en la ciudad de Bogotá. Caminé desde el Parque de los Hippies hasta la Plaza de Bolívar. Fue una protesta tranquila e inspiradora. Lo que pasó al final de la jornada fue un sabotaje evidente de los enemigos de la paz. Así solo se enfoquen en la violencia, es imborrable lo que logramos el 21 de noviembre: una manifestación pacífica y liderada por la ciudadanía.

La mayoría de los colombianos que salimos a la calles rechazamos la violencia en todas sus formas. No aceptamos los actos violentos cometidos por la delincuencia ni por algunos miembros de la policía o agentes del mismo Estado. Es inconcebible que algunos medios de comunicación siguieran el discurso del Gobierno y la ultraderecha, tratando de deslegitimar el paro pacífico por su falta de pluralismo informativo y poca objetividad. Es innegable que hubo disturbios en Bogotá y en otras ciudades del país. Sin embargo, la jornada fue más pacífica que violenta. Es imposible ignorar el clamor de gran parte de los colombianos, mucho menos desdibujar los hechos.

La policía y el ESMAD están para proteger a la ciudadanía, no para perseguirla y atentar contra sus derechos. Por supuesto que existe la delincuencia y los grupos al margen de la ley. Por supuesto que si cometen un delito, deben responder y la Fuerza Pública tiene que actuar. Ahora, el abuso de autoridad es injustificable. Es absurdo que los ciudadanos desconfíen de la policía y no existan garantías reales. Los actos violentos que se presentaron en el paro fueron efectuados por delincuentes. También por algunos miembros de la Fuerza Pública e infiltrados. En todos los casos es inadmisible. Aun así, los llamados “vándalos” son delincuentes y el peso de la ley cae sobre ellos. En cambio, la Fuerza Pública está para cuidarnos, no para convertirse en otro tipo de “vándalos”.

En la capital del país, al caer la noche, varios sectores de la ciudad volvieron a levantar su voz. Continuó la protesta contra el Gobierno y la violencia. La cacerola fue el arma que sobresalió al finalizar el día. Es la primera vez que participo en un cacerolazo. Fue emocionante y conmovedor. Demostramos que la mayoría nos pronunciamos de manera pacífica.

El descontento es irrefutable, pero el presidente persiste en no escucharnos. El tema es que ese canto colectivo se sintió en los más profundos rincones de la capital y no se callará. Al coro se irán uniendo las diferentes regiones, será el eco de la paz.

*Esta columna fue escrita el 21 de noviembre. Los nuevos hechos que ocurran entre el 22 y 23 de noviembre son inciertos hasta el momento de entrega.

@MariaMatusV