Los recuerdos son de tiempos pasados. La memoria suele traicionar al ayer. Pasan los años y los sucesos se tornan borrosos. En algunas ocasiones hasta se pierden en el olvido. Somos eficaces para modificar acontecimientos. La historia es tan imprecisa como incierta. La “verdad” es un sinnúmero de otras “verdades” y todo es confuso. El afán por encontrar una única verdad —una verdad que avale mi visión—, crea distorsiones en la actualidad. Imaginar el futuro y cómo se contará este presente es un ejercicio que atemoriza.
La contemporaneidad es el reflejo del vacío. Los errores cometidos en otras épocas sirven de referentes para intentar construir sociedades más justas y desarrolladas. Ahora, ¿qué es lo justo? ¿Quién tiene esa respuesta exacta? ¿Acaso lo justo no puede ser injusto? En el siglo XXI existen justificaciones para cada delirio. Sobresale la bandera en contra de las supuestas injusticias. Casi todos tienen una verdad y una causa. Estamos en un momento en donde la “empatía”, la “conciencia” ambiental y social son protagonistas. Los “ismos” funcionan a la perfección: feminismo, animalismo, veganismo, progresismo. Son tantos, que pierdo la cuenta.
A partir de “ismos” se señala la historia, se niegan razones e incluso se cambian los hechos. Tratan de darle voz a los invisibles y, la mayoría de las veces, terminan por callarlos más. Esa colectividad que lucha en nombre de los demás se consume en su egoísmo, se deja enredar por la inmediatez y las tendencias. Aterrizamos en una época que pelea por lo justo, aunque está lejos de lograrlo. El linchamiento y los prejuicios se disimulan entre defensas inanes a un mundo que ya de por sí está trastornado. Entonces, ser libre en estos tiempos es la fake news por excelencia. No sólo encarcelan los moralismos y los patrones sociales de décadas atrás, los nuevos discursos y sus luchas también oprimen.
Estas tendencias de la clase media dominan la globalización, así que cada vez ser observado y juzgado es más intenso. Eres señalado si comes carne y comida chatarra, asimismo si eres vegano en medio de un asado. No ejercitarse es un crimen, pero hacerlo en exceso te vuelve metrosexual y superfluo. Ser una mujer sumisa es un problema y ser una mujer libertina te precisa “perra”. Oponerse a ciertos temas te convierte en polarizador; no hacerlo, te bautiza de indiferente y mezquino. Nada les basta. Se perdió el humor. Todo es ofensivo. Si eres blanco es mejor que no comentes sobre negros. Si eres hombre ni se te ocurra hablar de una mujer. Si eres un actor inglés, no puedes interpretar a un campesino del Cauca por más preparado que estés. Si comes carne, no tengas la osadía de expresarte sobre el medioambiente. Si fumas, no comentes sobre salud. Cállate, no hables ni opines de nada, no tienes ningún derecho. Sólo los “ismos” entienden el mundo y lo van a salvar. Madre mía, escribir este texto me agobió. No por la exageración, sino por esta alucinación actual.
Quién sabe cómo nos recordaremos. Tampoco qué quedará del vacío en nuestra memoria. Ni en medio de tanta irrealidad, qué se contará en los libros de historia. Lo único que verdaderamente sé, es que en cualquier instante me pueden linchar por no hacer ejercicio, por escribir un tuit o cantar en la ducha. Mejor dejo de escribir ya, antes de que me alcance un bot.
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