Dan ganas de escapar del presente. Así que imaginamos un futuro ameno, en donde cumplimos metas y la calma llega. A veces el hoy es extraordinario, a veces es una pesadilla. La ilusión es un respiro sostenido en el mañana. La nostalgia de lo que fue o será es un hilo que se rompe con facilidad. Vivir en un país que requiere una lucha constante, y se esconde en excusas inexplicables, agota. Nos perdemos en el tiempo. El futuro es pasado. El pasado es futuro. ¿Y qué es el hoy? Es difícil comprender tanta insensatez.
Han pasado dos meses desde la posesión de los nuevos alcaldes y gobernadores. Empiezan las quejas e inconformidades por parte de la ciudadanía. Cuestionamientos válidos y necesarios, aunque en muchos casos estériles. ¿De qué sirve la veeduría si no se aplica en el instante preciso? ¿Por qué votan por candidatos que saben de antemano que van a incumplir? ¿Cómo son capaces de reclamar aquello que es evidente en los planes de Gobierno y fingir que fueron engañados? ¿Acaso no leen las propuestas? ¿Votan porque sí? O peor aún, ¿lo hacen a consciencia y luego actúan sorprendidos por puro oportunismo?
Un amplio sector de la sociedad parece arrepentirse con frecuencia en temas electorales. También pasó en las elecciones presidenciales y es un patrón reiterativo en la realidad nacional. Votan en blanco, no votan o votan por aquel que después quieren revocar. El punto no es cuestionar, exigirles a los gobernantes es un deber ciudadano. El problema está en ignorar la relevancia del voto. Lo urgente que es votar a consciencia. La necesidad de la coherencia. Eso sí, persisten en la repetición del error. Fallar una vez los hace ingenuos, hacerlo más de una vez los convierte en cómplices.
La incoherencia es un descaro. Son policías de la moral y de lo políticamente correcto, pero no se autoevalúan. Muchos son conscientes de sus decisiones, de las consecuencias electorales, y ahí siguen, siendo útiles al establecimiento.
La desvergüenza de sus lamentos es inaceptable. La pose de independientes y críticos se desdibuja. Esa complicidad con el engaño y el silencio. Esa promoción de la ignorancia. Son como las promesas falsas de los políticos: siempre se lavan las manos. Perpetúan el problema, mientras se escudan en esa hipocresía disfrazada de prudencia.
La desilusión es una constante. Aquí nadie sabe nada y todo lo hacen a las espaldas de los demás. Entonces, lavarse las manos es tan simple. “Voté por ese personaje, pero en realidad soy su opositor”. “Compraron votos en mi campaña, pero no me di cuenta”. “En mi administración se robaron la plata de la infraestructura, de la educación y de la salud, pero ese no fui yo”. Desde el ciudadano que ejerce el derecho al voto de manera “inconsciente”, hasta el político que incumple, todos se desentienden. Y en ese desentendimiento es posible dejar de asumir responsabilidades. Se permite ser una sociedad oportunista y corrupta.
Colofón: Les mando un fuerte abrazo a todas las mujeres en su día. En especial menciono a mi abuela Amparo, la mujer más valiente que conozco. Gracias abuelita, eres mi mayor inspiración. La mujer que más admiro y uno de los grandes amores de mi vida. Te amo.
Amor de mis amores
Sangre de mi alma
Regálame las flores
De la esperanza
Permite que ponga
Toda la dulce verdad que tienen mis dolores
Para decirte que tú eres el amor de mis amores
@MariaMatusV – maria.matus.v0@gmail.com