Soñé que el mundo se paralizaba. Una pandemia se apoderaba de la humanidad y demostraba la fragilidad de la vida. La salud era el tema principal y la economía pasaba a un tercer plano. Morían personas, otras se enfermaban y los demás sentían miedo. Entrábamos en confinamiento. El distanciamiento físico era nuestra salvación. La vida social ahora era únicamente virtual. Estábamos lejos de nuestros familiares y amigos. Las cuentas no dejaban de llegar y la angustia crecía. Los hospitales no estaban diseñados para atendernos a todos. La sociedad colapsaba por la crisis. La desigualdad nos estallaba en la cara. La vida cambió.
Desperté.
No es un sueño.
No es ciencia ficción.
Es la nueva realidad.
Llevo quince días en confinamiento. Tomé la decisión de quedarme en casa antes de que fuera una medida obligatoria. Los días son lentos y las noches eternas. La cotidianidad es una pausa constante. La incertidumbre es la única verdad. Un virus llegó a recordarnos que somos mortales, que nada está asegurado. Nos muestra la profunda desigualdad en los países latinoamericanos. El deficiente sistema de salud y la urgencia de cambiar el rumbo. Nos confirma el valor inigualable de la vida.
Somos diferentes y cada uno reacciona de manera distinta. Esta situación afecta al mundo entero. Por supuesto, unos se encuentran en una condición inaceptable e injusta. Otros al menos tienen techo y comida. Sin embargo, la preocupación y fragilidad es colectiva. Por primera vez, nos reconocemos como parte de un todo. Hacemos parte de la misma distopía. Un suspiro de esperanza será nuestro motor. La lucha por la vida nuestra salvación.
El mundo necesita reaccionar. Defender la educación, la salud pública y de calidad, los derechos fundamentales. No es un asunto de “castrochavistas”, es un tema de humanidad. En este stop colectivo es clave reflexionar. Comprender que la protección de la vida es prioridad. También es momento de recuperar al ser humano. En este proceso, tal vez nos perdamos más. Es un reto encontrarnos, pero será difícil. El poshumanismo es la nueva cara de la sociedad.
Žižek cree que es el fin del capitalismo y el despertar de la sociedad, mientras que Byung-Chul Han considera que la negación de las experiencias que vivimos crea una barrera de falsedad en la percepción que se interpone entre la realidad y nuestra experiencia. También afirma que el individualismo podría crecer después de esto y que el virus no vencerá al capitalismo. Ahora, sí manifiesta que la crisis sanitaria mostrará ámbitos ocultos y negados, nos obligará a modificar nuestra forma de concebir el mundo.
Nadie sabe qué va a pasar. Nadie lo puede asegurar. Todos estamos en un vacío. Es el eco de una colectividad que se aleja, que se encierra y, al mismo tiempo, se acompaña. Es el paro de la vida, esa vida que se siente tan frágil y vulnerable. Esa vida que nos recuerda la vida que olvidamos.
Colofón: He vivido días complicados junto a mis amigos. Uno de nosotros entró a UCI en Madrid. Es un joven de 29 años, sano y no hacía parte de la población vulnerable. Pero así de sorpresivo es este virus. Le pasó a él, como podría pasarle a cualquiera de nosotros. Su recuperación es la ilusión que nos acompaña día a día. Te queremos, Jesús. Fuerza.
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