Ese déjà vu que caracteriza a la actualidad colombiana es recurrente. Es fácil predecir el futuro en este país del pasado. Es fácil adivinar lo que va a ocurrir. Vuelven a bajar el presupuesto a la educación y lo aumentan a la guerra. Todavía no han entendido que la violencia no es la base del problema sino una consecuencia. Los verdaderos problemas están en la injusticia social, en la falta de oportunidades para todos los ciudadanos.

Regresamos a la lucha contra las drogas, retomamos la misma receta que se ha comprobado que no funciona; al veneno que representa el glifosato, a la persecución y estigmatización… al error. Van a invertir más en la guerra que en la educación, como si la guerra fuera una novedad y no la definición del fracaso en una sociedad que está acostumbrada al horror. La lucha contra el narcotráfico, contra la violencia, contra los grupos armados se combate con educación, con mejores oportunidades para todos. No persiguiendo a los consumidores ni a los campesinos, mucho menos destruyendo la naturaleza.

El punto cuatro del Acuerdo parece inexistente, su implementación una farsa. No hay garantías. Regiones como Nariño han estado abandonadas a su suerte a lo largo de la historia. No se pueden erradicar cultivos ilícitos sin encontrar soluciones para los campesinos. Sustituir para luego erradicar. No matar o dejar a la deriva. El posconflicto y la lucha contra las drogas está lejos de la capacidad de entendimiento de la sociedad. La democratización del campo y la legalización son el primer paso para acabar con esta problemática que se volvió social. Dejar de rendirle pleitesía a Estados Unidos es el segundo paso.

Colombia ha dependido de la guerra y del narcotráfico durante años. Es el negocio más rentable para unos cuantos. En medio de tanto caos, existen campesinos que se dedicaron a sembrar coca. No porque lo decidieron, no por ser guerrilleros o paramilitares, simplemente les tocó, han vivido el conflicto sin ninguna posibilidad de elección. El tema es que no hay ningún tipo de apoyo para lugares como Tumaco, una zona totalmente ahogada en el conflicto. Una zona que debería estar monitoreada, protegida y en proceso de solucionar el futuro de campesinos y civiles. No en el deterioro y abandono que se encuentra hoy en día.

Parece una perogrullada decir que la educación debe ser prioridad, que la violencia es una consecuencia de las problemáticas sociales, que la lucha contra las drogas no se combate con más violencia. Sin embargo, un amplio sector de la sociedad sigue sin comprender, o tal vez, sin querer hacerlo. El mayor problema en Colombia no son la drogas, ni la violencia, ni la guerrilla, ni los paramilitares, ni los narcotraficantes, el mayor problema es la sociedad, su egoísmo e indiferencia. Seguir ignorando la otra cara de Colombia, la que necesita de herramientas para salir de la miseria. Esa Colombia en donde están casi todos.

@MariaMatusV