Recuerdo de pequeña haber pasado muchos fines de semana en Cartagena. Escenario perfecto para una familia con tres niños inquietos y curiosos, y para mis papás, que leían en la playa mientras nosotros jugábamos en el mar. Por desgracia, en ese entonces las playas del Laguito se fueron contaminando como consecuencia de las cantidades de aguas residuales que eran echadas aparentemente al mar sin ningún tratamiento.
En esa época de finales de los noventa, sabíamos muy poco del cambio climático. No tomábamos muy en serio todo el daño que le generamos al planeta, ya que no veíamos tan próximos desastres como el aumento del nivel del mar en las zonas costeras, resultado del calentamiento de los océanos.
Pero lo curioso es que desde los inicios del siglo XIX, escritores como Henry David Thoreau ya hablaba de la importancia de cuidar la naturaleza : “De qué sirve una casa, si no tienen un planeta tolerable donde poder construirla”. Fue una de sus muchas frases sobre el tema. Desde muy temprano eligió una vida simple en el bosque, disfrutando la naturaleza, y utilizándola solo para lo necesario.
Lo que está pasando ahora es una catástrofe. Hemos abusado de todo lo que la Tierra nos da hasta lograr que enferme. El consumismo ha llegado a su punto máximo. Estamos acabando con todos los recursos que tenemos para vivir y en consecuencia el planeta sufre. La hipótesis Gaia plantea que lo veamos como un sistema de vida que modifica activamente su composición interna para asegurar su supervivencia. En otras palabras, el planeta trata de sobrevivir como todo ser humano que reacciona en defensa propia cuando le hacen daño.
El más reciente informe de la ONU sobre el cambio climático ha dejado muchas inquietudes sobre nuestro futuro. Para no ir más lejos, regiones de América Latina serán afectadas en menos de 50 años por un incremento de cinco a diez centímetros del nivel del mar. Me impresiona saber que si todo sigue igual, amplias zonas que están a diez metros sobre el nivel del mar en ciudades costeras como Barranquilla, Cartagena y Santa Marta quedarán sumergidas bajo el agua. No me puedo imaginar la cantidad de islas que desaparecerán solo en el Caribe. ¿Y en el resto del mundo? ¡Qué desastre!
Los océanos son en el epicentro de esta tragedia, ya que más del 90% del calentamiento del planeta ocurre en ellos. Pero, cómo no, si los océanos han estado absorbiendo por incontables años el dióxido de carbono que botan los combustibles fósiles que se queman en el mundo.
Va a ser muy difícil cambiar la mentalidad de los colombianos, sobre todo en un país como el nuestro donde existe tanta pobreza, millones de personas desempleadas, mucha gente insatisfecha con las políticas sociales del gobierno actual. Pero si cada uno pone de su parte, con acciones tan sencillas como reciclar la basura y no gastar tanta agua, o más grandiosas como la educación de nuestros hijos sobre el cuidado del planeta y la conservación de los recursos naturales, no tendremos que lamentar en pocos años que ellos, los herederos de la tierra, la perderán.