Usualmente las personas de la tercera edad eran atendidas por su familia más cercana, en especial por las mujeres quienes históricamente han asumido el rol de cuidadoras. Sin embargo, su incorporación al mercado de trabajo lo hace cada vez más difícil. Además, las nuevas arquitecturas de las viviendas tienden a reducir los espacios, limitando la cantidad de individuos que pueden vivir en ellas.

Esto sucede justo en el momento en que crecen las personas que precisan ayuda, pues la expectativa de vida al nacer ha aumentado. En Colombia es de 73 años para los hombres y 79 para las mujeres, lo que conlleva una necesidad de asistencia, aún más si aparece alguna discapacidad o dificultad asociada a la edad avanzada.

Con este panorama, el riesgo de vejez cubierto por la seguridad social es uno de los más importantes hoy en día. Se materializa a través de la anhelada pensión que constituye una conquista social asociada al tiempo de ocio y al disfrute en términos de calidad de vida. El problema es que del total de la población que está en edad de jubilarse solo el 35% recibe la prestación.

Para solucionarlo, recientemente el gobierno nos anuncia una fórmula que pretende financiar las necesidades de los adultos mayores con cargo a su propio patrimonio. Se trata de la “Hipoteca Inversa” a la que pueden acudir quienes tengan 65 años o más transfiriéndole a una entidad financiera un bien inmueble de su propiedad a cambio de una suma mensual hasta el fallecimiento.

Ocurrida la muerte, los herederos podrán readquirir el bien pagando lo que diga el banco o abandonarlo. Como cualquier otro préstamo o crédito este tiene dos elementos que juegan un papel fundamental, un plazo y unos intereses, estos aún no se conocen pues dependerá de la regulación posterior, pero serán definitivos a la hora de “negociar” con la entidad.

La Hipoteca Inversa no es nueva, este producto existe en el mundo desde los años sesenta. Sin embargo, tradicionalmente se ha comercializado mal, por ejemplo, en España la idea se vendió a personas mayores, especialmente vulnerables, haciéndoles creer que a cambio de esta hipoteca recibirían un pago vitalicio hasta el final de sus días.

Pero lo cierto es que la figura no tenía dicho plazo vitalicio sino una fecha de vencimiento, y una vez alcanzada esta, el adulto mayor tenía que devolver el préstamo, de lo contrario perdía la vivienda. Además, la suma recibida que teóricamente tenía que sustituir una pensión, resultó ser un pago mensual ínfimo y ridículo.

Entonces, este puede ser otro producto financiero que ofrezca la banca colombiana y que beneficie a algunos (sospecho que pocos). Sin embargo, la auténtica amenaza de una hipoteca inversa es que nos la vendan como una solución a las necesidades de los adultos mayores que no cuentan con una pensión.

Aceptarlo sería relevar al Estado de su obligación, esto es, garantizar una calidad de vida a todos, que incluya el acceso a la salud y los servicios de cuidado, en especial a la población de la tercera edad por ser sujeto de especial protección. Quizá si esto se convirtiera en una política estatal, no tendríamos que ver a los nuestros hipotecando su casa al banco para poder comer hasta que mueran.

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