60 años cumple Miguel Iriarte, y en su homenaje Doy mi palabra, con mucho gusto.
Primero, el recuerdo de un encuentro: Miguel fue uno de los dos jovencitos que se presentaron una tarde de 1983 a mi oficina del suplemento Intermedio, de Diario del Caribe, para proponer la publicación de una página cuyo nombre, Escalas melografiadas, expresaba ya su gran amor por la música y la poesía.
El otro muchacho era Álvaro Suescún, y aquella propuesta llena de versos, dedicada a la memoria de César Vallejo, resultó valorada con alegría y abrazada con entusiasmo por el periódico.
Ese día conocí a un Miguel combativo, que afilaba argumentos para convencerme de que nada faltaba tanto en aquel diario como esa página que él nos mostraba con Álvaro.
Han pasado más de 30 años y me complace ser su amigo y, en asuntos de arte y cultura, su cómplice. Pero he prometido brevedad. A lo largo de este tiempo y desde mi perspectiva de periodista profesional, dentro y fuera de Barranquilla, puedo decir que mi noción de buena cultura ha estado siempre asociada a lo que piensa, a lo que crea y a lo que hace en Barranquilla don Miguel Iriarte.
A lo que él cultiva.
Poesía, claro, pero es que él también es filólogo, semiólogo, musicólogo, editor (ustedes conocen Viacuarenta, saben de Astrolabios), además de gestor cultural, un término débil e impreciso para indicar lo que un ser humano, apasionado y comprometido como Miguel, ha hecho por el arte y la cultura.
Y es bastante lo que ha hecho.
Para verificarlo, solo bastaría revisar su hoja de vida o, mejor, releer su magnífica obra poética, sus críticas musicales, sus investigaciones y ensayos, sus programas radiales, sus crónicas, su PoemaRío, asistir a ese estupendo festival internacional de poesía que él dirige.
Que yo sepa, a Migue le encantan, entre tantos creadores, Whitman y Borges, Coleman Hawkins y Rolando Laserie, los juegos de palabras, la belleza inteligente, las tertulias entre amigos y la buena comida.
Pocos hombres como Miguel Iriarte, pocos como él, que en lugar de compartir y estimular egoísmos depredadores inmediatos prefiere entregar toda la energía de su creatividad al bien común.
Los homenajes han de hacerse en vida, sobre todo cuando encierran agradecimientos entrañables como el que damos aquí, con cariño, a este barranquillero bendito nacido en San Luis de Sincé. Un hombre que confesó ser poeta porque no había podido ser músico. Un músico al que, literalmente, en su infancia, no le sonó la flauta.
De modo que, en lugar de pedir a Miguel que intente de nuevo hacer sonar un instrumento con el respaldo, por ejemplo, de aquella big band ideal de su Cámara en Jazz, queremos invitarle a que, con sus versos, nos permita siempre rendir tributo a la música magnífica que anima su poesía.
Y, créanme, no tengo Segundas intenciones. Si acaso, un sentimiento en clave:
“Después podremos escuchar a mister Jackson, Solo, en cuarteto, o como quieran”.
Gracias, Miguel
**
Este domingo 30, de 10 a.m. a 3 p.m., celebre con nosotros el Día Internacional del Jazz con una veintena de estupendos músicos y un brunch largo y sensacional en La Cueva. Los esperamos.