Mientras en el mundo entero a diario se abren más oportunidades a las mujeres en campos en los cuales no tenían entrada hasta hace muy poco, hay una ola de rezago que se viene contra la orilla donde ellas se encuentran al salir de un naufragio de casi 10 mil años.

Con cada nueva pequeña conquista de territorio que el privilegio masculino ha enarbolado hasta ahora, las aguas revueltas intentan volver a tirarnos contra la arena.

Recientemente se celebró el Día internacional de la mujer, evento que debe conmemorar las luchas por la justicia en el trabajo de mujeres y recordarnos cuán difícil ha sido acceder al voto en las supuestas democracias de todo el mundo. (¡Y los derechos al sufragio que aún faltan!) Pero pudimos observar perfectamente cómo esa visibilidad y esas acciones, que siguen haciendo falta, son banalizadas por medio de una celebración rosada y vacua.

No solo es el día para invitar a las madres, hijas, hermanas, amigas a comer, entre otras bobadas, por ejemplo. Algunas instituciones locales se dedicaron a promocionar también, al mismo tiempo y como supuesto contrapeso, dizque el día del hombre, porque pobrecitos, a ellos no los invitan a comer y no les regalan chocolates. (Insertemos aquí el emoticón parecido al famoso cuadro del grito de Klimt).

Y mientras hablamos de Klimt, mencionemos a Hilda Af Klint, gran pintora, hasta ahora empezando a ser reconocida con exposiciones en varios museos importantes de arte moderno, quien a inicios del Siglo 20 ya estaba haciendo lo que luego se atribuye a grandes revolucionarios del arte como Kandinsky, Mondrian y Malevich.

Nacida en Estocolmo en 1862, fue muy conocida y valorada como artista en su ciudad, pero pidió que solo 20 años después de su muerte se conociese su verdadera obra, esa que era medio oculta, salida de sus experiencias con el ocultismo de su tiempo. Solo que casi se tomó 40 años esa obra para salir al público. Hoy día, el Guggenheim de Nueva York tiene una gran muestra de este trabajo tan interesante.

En esta semana pasada se habló por todo el mundo de un gran acontecimiento que no muchos acabamos de comprender por no ser científicos astrónomos. Se había logrado la primera imagen de un agujero negro, algo antes considerado imposible ya que este fenómeno se traga hasta la luz. Instrumental en este logro fue una joven científica llamada Katie Bouman, ingeniera de tan solo 29 años.

Klint sabía que trabajaba para el futuro, uno donde a lo mejor su arte más personal e investigativo sería comprendido. Y no se equivocó. Al igual que esa maravillosa artista barroca, Artemisia Gentileschi, ha sido rescatada por las nuevas miradas femeninas en el mundo del arte, de la ciencia, de la política. Y así habría que contar muchas más historias de invisibilidades como los mundos invisibles que trataba de hacer visibles Hilda Af Klint.

Hoy día al fin se puede ver un cuadro de Artemisia que estaba guardado en las bodegas del Museo del Prado en Madrid. ¿En cuántas bodegas y sótanos de la memoria cultural de la humanidad se encuentran más mujeres? A tocar las puertas y abrirlas, que el futuro, definitivamente, es femenino.