Cuando el amor llega así de esa manera”… O de sorpresa, como le llegó a los 30 años al ‘Arañero de Sabaneta’. Así apodaban al niño Hugo Chávez cuando iba por las calles del pueblo vendiendo las ‘arañas’ (caballitos) de papaya que hacía su abuela Rosa Inés, quien lo crio. “¡Arañas calientes pa’ las viejas que no tienen dientes! ¡Arañas sabrosas, pa’ las muchachas buenasmozas!”, voceaba el niño sus rimas.
En 1971 ingresó a la Academia Militar. La guerrilla venezolana había dejado la vía armada y cambiado su estrategia por “si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él”. Así fue como se camufló el comunismo, vestido de cadete. Su maestro de ideas de izquierda fue Jacinto Pérez Arcay, hasta hace poco general en jefe de la Fuerza Armada Nacional, pero quien lo influenció en su formación ideológica fue el amor de su vida, la historiadora Herma Mercedes Marksman, alias Anabella, Ligia, Comandante y Pedro Luis, que tuvo a su cargo las actividades con los intelectuales de izquierda. El amor se acabó en 1993. Herma se fue decepcionada; dio dos entrevistas: “Chávez me usó” y “El otro Chávez”. Ambos títulos ahorran leerlas. El embrión comunista estaba inoculado y la pesadilla fue peor: era el castrochavismo o la satrapía en su máxima expresión. Maduro continuó la labor depredadora. ¿El daño? Incalculable.
Mientras Venezuela veía crecer a su engendro, Colombia fortaleció un sentimiento de reclamo de justicia. Después de 35 años de soportar a una guerrilla mentirosa, entraron en escena el narcotráfico y el secuestro. Pastrana se estrenó con ‘la silla vacía’ de Tirofijo y siguió con el mal acuerdo de Caquetania (zona de distensión del Caguán) en el que las Farc se fortalecieron como nunca antes.
La nación, golpeada, desesperada y con miedo, acoge el liderazgo de Álvaro Uribe como epítome de la democracia, lo elige presidente y, sin duda, el país toma un mejor rumbo; se consolida el Centro Democrático, Uribe no negocia con la guerrilla. Es lo más plausible: a veces, la mejor negociación es la que no se hace. Llega Santos y se firma el acuerdo de paz. Ni el acuerdo de Caquetania, ni el acuerdo de paz de La Habana eran malas ideas, solo que cuando se negocia, hay que conocer muy bien a la contraparte, prever escenarios incluso absurdos, y tener planes B, C y D, pero no los hubo. Se sabía que las Farc no iban a cumplir, no era ni la primera ni la segunda vez que incumplirían. Pero cuando se negocia con el deseo…
El gobierno redactó en su totalidad el acuerdo de paz de La Habana. Uno no se explica que años después de firmado, un nuevo gobierno tenga que venir a objetar, con toda razón y obligación, seis puntos críticos en la JEP. Un gran aplauso para el presidente Duque. La izquierda pretende que los ex Farc tengan privilegios. Eso es inaudito, el país no quiere imitar a Venezuela, tampoco olvidar las atrocidades cometidas contra la infancia y juventud del campo, arrancados de sus hogares y a quienes les despedazaron la vida. El Centro Democrático tiene un gran reto; parece que es el único que entiende que la izquierda no sabe de amor.
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