Una cosa es cumplir la palabra dada; otra, ser blanco para un francotirador; y otra, saberse el responsable de la institucionalidad del país. Pero la más importante: ser esposo y padre de familia. Son cuatro ángulos que convergen en la misma persona, y hay que saber comprenderlos para entender la decisión del presidente Duque en Caldono, Cauca. Solo pudo cumplir tres, el 75%, al no ofrecerse como blanco fácil. Así lo anticiparon las autoridades en los informes de inteligencia. No se requería saber con exactitud meridiana el sitio desde donde le iban a disparar, quién lo haría, o qué arma y calibre de bala usarían; con la información disponible había que actuar. La inteligencia castrense escala los indicios de lo posible a lo probable, y una vez la probabilidad se identifica, se “abanican” las opciones y se construye una proyección. Las condiciones de tiempo y lugar eran dicientes: una fecha cercana al 9 de abril y un sitio abierto fueron suficientes para considerar lo posible, probable, y asignarle una bandera roja. La Fiscalía aplicó un hábil criterio: advirtió al presidente del peligro inminente y, al hacer pública la información, convirtió la situación en un asunto de todos.

En la madrugada del sábado 8 de abril, el Gobierno y los indios Paeces lograron un acuerdo a raíz de la reciente minga; así que la reunión con el presidente Duque, que era una de las demandas iniciales para negociar, en apariencia quedaba como algo simbólico, más que otra cosa. Resultó ser otra cosa. El presidente Duque había prometido reunirse con los Paeces si levantaban el bloqueo. Para ellos, más allá de que el acuerdo se hubiera logrado, la promesa de reunirse seguía viva. Por no haberse podido reunir, los Paeces están promoviendo un nuevo paro y otro bloqueo. Olvidaron que quien manda en este país es el presidente de la República y es quien decide dónde y con quién se sienta. Al retirarse del lugar después de varias horas de espera, Duque cumplió y no les hizo conejo. Los Paeces no tenían cómo garantizar la seguridad que requiere el presidente, pero ellos creían que sí. Confiaban en sus bastones de mando de madera de chonto y empuñadura de plata, pero a los asesores de seguridad del presidente les pareció que no.

En las negociaciones confluyen factores que pueden aumentar su dificultad a niveles casi absurdos, pero, de acuerdo con las circunstancias o su naturaleza, pueden parecer lo más normal para alguna de las partes. Los Paeces están organizados en 96 resguardos, es su unidad política y consolidan su representatividad en líderes elegidos democráticamente. Deben ser de conducta intachable, justos en sus decisiones y con don de mando; lideran a sus comunidades y las representan, en especial ante el Gobierno nacional. Estos líderes no llegan a 200 y ese era el aforo del lugar escogido por el Gobierno como sitio seguro y no la plazoleta de Caldono en la que se ubicaron varios miles de indígenas. Siguiendo los preceptos consignados en el Arte de la guerra, de Sun Tzú, el presidente hizo lo correcto: puso la cara, pero de ninguna manera su espalda.

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