Se me rasgaron las vestiduras con la última portada (1935) de la revista Semana: Jesús Santrich, con las manos alzadas enseñando la “V” de la victoria sobre un soberbio titular: “¡Resurrección!”, entronizado con los micrófonos de los principales medios audiovisuales de Colombia. Poco faltó para leer “¡Mesías!”, porque es una portada que tiene fuerza de celebración, de triunfo.

Confieso que para mí fue algo así como un estrellón, frente con frente, de dos fuerzas que se movían en sentido opuesto. Una, el crítico desenlace de Daniel Coronell; la otra, la de Santrich, que es más que compleja. Resultó ser una sensación bien extraña, mi mente debió estirarse mucho para poder asimilarlas. No podía imaginar a Alejandro Santos, su director, dando la orden final: “Bueno, pongamos a Santrich en la portada de esta edición”.

Es entendible que las carátulas sean para las noticias más relevantes. Desde siempre, los medios impresos más importantes del mundo han incluido a personas o casos cuyo mérito era ser “la noticia” sin tener que ser algo positivo. Eventos negativos o desastrosos e individuos funestos han sido “personaje del año” mundial en más de una ocasión. Eso no impide tener un mal sabor.

En el caso de Santrich, actualmente subjúdice, lo particular de esa primera página es que lo anuncia como resucitado legalmente. Sobre él, aunque presuma de su inocencia, pesa una grave investigación que, de progresar, lo prondrá tras los barrotes en los E.U. Esa posibilidad es más real de lo que aparenta, en especial porque, independiente de lo que confiese, Santrich sabe la verdad de los hechos. Hoy hay más peso en las pruebas y testimonios en su contra que en las “salidas de emergencia” legales. Que goce de libertad no significa que ganó la partida. La Corte Suprema de Justicia, cuyo prestigio viene dando tumbos, no se atreverá a cerrar los ojos y arriesgarse a que mañana sea The New York Times u otro medio el que actúe como una supraconciencia nacional sobre el intento de ingresar 10.000 kg de cocaína al territorio de E.U.

Por eso, nadie, ni Semana, puede afirmar con certeza que Santrich haya “resucitado”. La misma Corte que lo liberó bajo un tecnicismo: por ser un aforado, es la que lo debe juzgar debido a que es congresista, lo ha citado por la misma razón. No debe sorprender que termine encontrándolo culpable o resucitándolo como Semana anuncia. De comprobarse el delito, regresaría a prisión y las pruebas que antes no fueron tenidas en cuenta, ahora con más asidero legal, serán su boleta de extradicción. En ese caso, ¿cuál debería ser entonces la portada y el titular de la revista Semana? Supondría le darán igual trato a la noticia, tal cual como cuando se presenta una rectificación: con idéntico despliegue y ubicación, léase portada y, de haber barrotes, entonces que lo muestren detrás de ellos.

Si Semana quería un titular consecuente a un Jesús Santrich libre y victorioso, no podía pasar por alto su estado subjúdice. Debió apuntar más a una pregunta que a una afirmación, con la misma foto podría haberlo dicho todo e incluso más: “¿Inocente?”.

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