Los problemas son recurrentes: un canal navegable sin una draga permanente que es esencial; la ilusión del nuevo puente con su posterior navegabilidad limitada hasta cuando se demuela el viejo; las dificultades y retraso que enfrenta la remodelación del aeropuerto Ernesto Cortissoz y la todavía no resuelta situación de Electricaribe. Cabe preguntar: ¿cuál será el próximo que se sume a esta triste lista? Mientras nuestra complejidad aumenta, no lejos de aquí y, para entender un poco mejor el alcance del progreso, entre 2006 y 2016, diez años nada más, en Panamá se excavó y se amplió la capacidad del canal dándole a ese país una ventaja competitiva incomparable. La inversión: cinco mil quinientos ochenta millones de dólares. Por pudor no me extiendo a comentar ni la ampliación del aeropuerto de Tocumen contra el que prentendíamos competir como hub latinoamericano, ni del nuevo metro que ya planean ampliar. Y hay más.
La aplicación Waze indica que entre dos puntos en Barranquilla y Santa Marta hay 99 kilómetros de distancia y el tiempo necesario para cubrirla en automóvil sería de dos horas. Por calculadora, la velocidad promedio para recorrer ese trayecto resulta en 49,5 km/h. El recorrido real, andando a 80 km/h, en donde fue posible, el tiempo empleado coincidió con las 2 horas anunciadas por Waze. Es obvio que desplazarse a una velocidad promedio de 49,5 km/h por una carretera de interconexión entre ciudades es deplorable. Algo se explica por las obras del nuevo puente, pero lo que genera la lentitud de la vía es por otras razones. La carretera actual es insegura, insuficiente y estrangula el desarrollo regional. No resistiría un pequeño incremento o auge en la actividad económica.
Todo comienza en un éxotico semáforo situado en plena carretera que divide a Ciénaga de tajo y literalmente en dos. Se entiende que ese municipio necesite ese semáforo; sin él, Ciénaga quedaría dividida de manera permanente porque el tráfico crearía un “muro en movimiento” que impediría a los de un lado cruzar hacia el otro. Realismo mágico puro. Existe, según dicen, la iniciativa de construir una variante rodeando a Ciénaga, sería similar al viaducto sobre la Ciénaga de la Virgen llegando a Cartagena; la versión en el Magdalena todavía hierve en un caldero que, no podría afirmar si es un cocido de leyenda urbana o de mitología local. Quieran las ánimas benditas que algún día sea realidad.
En ese terreno “mitológico” se ha hablado de un tren regional pero, como se asegura que no habría carga ni pasajeros suficientes que lo justifiquen, sería oportuno que en la agenda de la Región Caribe revisen qué es lo más conveniente, viable y realizable: sí una vía de doble calzada o el tren imposible. Una vez se logre una solución, los pasajeros y la carga comenzarán a aparecer, y no al revés.
Podríamos intentar mejorar la triste lista: estrenar una draga a la medida para atender el río por muchos años cuesta unos 28 millones de dólares y operarla es, como dicen, plata de bolsillo. Está casi para pasar el sombrero en las esquinas. Así “construimos” la catedral, pasando sobrecitos en los colegios.
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