Era una tarde lluviosa de un domingo de abril. No existía Netflix, así que el plan era alquilar VHS. Si bien la película había salido desde el 2004; lo que conocía de este personaje era muy poco. Sabía que le llamaban El Genio y que algunos conocedores decían que superaba a Elvis Presley. Nunca me detuve a pensar que era ciego. Eso era lo de menos. Lo importante era que Ray Charles Robinson fue catalogado por la revista Rolling Stone como el segundo en la lista de los 100 mas grandes cantantes de todos los tiempos.
La vida ya estaba poniendo señales, pero la rapidez de sus tiempos no daba permiso para detenernos a pensar cada mensaje. A las pocas semanas, empezó mi mejor historia.
Era el segundo de mis partos. Y con él, menos dudas, menos temores y menos preguntas que cuando eres madre primeriza. Todo parecía más normal por la experiencia que había adquirido.
La parte bonita de la historia de Sammy, mi segundo hijo, muchos la saben. Lo que pocos conocen fueron las noches de oscuridad, el dolor del alma y las lágrimas que nos fundieron en un solo abrazo al pie de un abismo en el que había dos opciones: lanzarnos al vacío o dar un gran salto para alcanzar el otro lado y caminar por un sendero que siempre iba a ser oscuro. Sammy había nacido ciego.
Esto que todos hemos sentido alguna vez en la vida; tiene nombre y muchos apellidos. Se llama tristeza, rabia, impotencia, depresión, pesimismo, nostalgia. Pero la psicología positiva recuerda que el ser humano tiene capacidad para adaptarse a las experiencias más terribles. Según Bonanno, un 85% de personas afectadas por una experiencia traumática se recuperan de modo natural. Calhoun y Tedeschi, dos autores que más han aportado a este concepto, dividen en tres categorías la recuperación a estos sucesos: cambios en uno mismo, en las relaciones interpersonales y cambios en la espiritualidad y en la filosofía de vida.
Eso viene acompañado de resiliencia, que según Cyrulnik, es la capacidad para proyectarse en el futuro a pesar de las dificultades que te de la vida. Nos dijeron quédate en casa. No para detener nuestro andar sino para viajar hacia nuestro interior y reparar aquello que se hace necesario para continuar con la armadura de unos valores que necesitamos más porque también los extrañamos más. "Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó." La vida no es fácil, ni complicada; ni clara, ni oscura; ni contradictoria, ni coherente. La vida es.
A pocas semanas de acabar el año más difícil para la humanidad en los últimos tiempos, hemos comprendido, como nos lo dijo El Principito, que lo esencial es invisible a los ojos. Y es lo que quiero recordar hoy, 3 de diciembre, día internacional de la discapacidad. Fueron los ojos de Sammy los que me hablaron. Esos ojos que los médicos veían sin vida, sin luz, sin esperanza ni posibilidades. Fueron sus ojos los que me llenaron de fuerza para abrazarlo más fuerte, saltar y no caer en el vacío.
Hoy 3 millones de colombianos, en los que se cuentan más de 50 mil atlanticenses y barranquilleros, nos piden que seamos su voz, sus oídos, sus piernas, sus brazos y sus ojos. Mamá ponte en mis ojos y no te vayas nunca de ahí, me dijo. No lo haré, hijo, ni siquiera cuando mires al cielo, por la noche, porque ¡Tú y solo tú tendrás una estrella que sabe reír!” Las señales siempre estarán.