El controversial director Brian De Palma sigue sorprendiendo, o más bien jugando con la audiencia, con su ultima producción Passion (2012), nominada al León de Oro en el Festival de Venecia, y basada en la cinta francesa Crimen de amor (2010) de Alain Corneau, protagonizada por Kristin Scott Thomas y Ludvine Sagnier.

A diferencia de la versión francesa, el nuevo drama erótico de Brian De Palma no tiene lugar en París sino en Berlín, y encarna la relación peligrosa que se crea entre dos ambiciosas ejecutivas en el mundo de la publicidad.

En esta producción, con la que De Palma reaparece después de cinco años de ausencia, interviene Rachel McAdams, quien hace el papel de Christine, una ejecutiva de una compañía de publicidad tan posesionada de su rol de directora empresarial que no tiene el más mínimo escrúpulo para apropiarse de las ideas de sus subordinados, entre los cuales se encuentra la talentosa Isabelle (Noomi Rapace), quien muy pronto aprende de las tácticas de su jefa para enfrentarse a la misma.

Con comentarios encontrados por parte de la prensa después de su presentación en el cierre de la 69a edición del Festival de Cine de Venecia, la película presenta algunos de los tintes característicos del aclamado director que muchos consideran que va de capa caída desde Mission to Mars, en el año 2000.

Influenciado por el cine de Alfred Hitchcock, De Palma adquiere características particulares relacionadas con el voyerismo, el dramatismo y la sexualidad, enfocados con una cinematografía, música y estilo narrativo propio, que si bien se hacen presente en esta ocasión, se desvían un tanto de lo que conocimos en la época de Atrapado por su pasado (1983), Los Intocables (1987) o El precio del poder (1993).

En Passion, lo que comienza como una narrativa interesante, se convierte en una trama intricada donde los sueños dentro de otros sueños llegan a un extremo alucinatorio tal, que al final lo que se experimenta es una gran confusión en el espectador, restándole credibilidad a lo que se originó como un buen drama pasional.

Sin embargo esto no parece afectar a De Palma, quien considera que sus películas a pesar de no obtener buena crítica en el momento, adquieren reconocimiento posterior y quedan en la mente del espectador. En este caso, y a pesar de las escenas confusas, lo que tiene validez es el extremo al que puede llegar la obsesión por el triunfo en el ambiente corporativo actual, donde no hay limites morales ni éticos para obtener reconocimiento, aceptación, e incluso, afecto.