El cambio climático ya está generando altos costos económicos y sociales: la sequía que nos trae el fenómeno del Niño, los huracanes y fuertes vientos que suelen presentarse en el Mar Caribe, los incendios forestales y el aumento del nivel del mar, son algunos ejemplos. Parece que empezamos a preocuparnos pero en muchos casos no pasamos de ahí. Hacen falta muchas acciones que nos ayuden a la aplicación de medidas de mitigación y adaptación para controlar estos fenómenos y sus consecuencias.

Los convenios internacionales acordados en la reunión COP21 de París, en 2015, fueron discutidos nuevamente en la COP24, en Katowice, Polonia, con bastantes divergencias que presagian que estos acuerdos están lejos de lograrlo. En nuestro Plan Nacional de Desarrollo, 2018-2022, se menciona esta acción dañina de los llamados gases de efecto invernadero (GEI), pero no se asignan expertos ni recursos suficientes para la mitigación o adaptación, para niveles regionales y locales. Vale recordar y hacer énfasis en que no existe ninguna duda sobre la causa de esta gran amenaza que enfrenta nuestro sistema ecológico: el cambio climático es inducido por nosotros los humanos, con la generación y acumulación de los gases (GEI) que incluyen el dióxido de carbono (CO2), el metano, los gases nitrosos y algunos otros.

Así lo expresa Jeffrey D. Sachs, distinguido profesor de la Universidad de Columbia en su reciente libro titulado La era del desarrollo sostenible. Por supuesto, nadie cuestiona la necesidad de reducir las emisiones de los GEI, especialmente las emisiones de CO2 para mediados de este Siglo XXI, pero el esfuerzo es enorme si nos proponemos reducir drásticamente las emisiones de este CO2 y así conseguir la neutralidad del carbono en el año 2050. Por esa razón, J. D. Sachs insiste en que nunca hemos tenido un problema económico global tan complicado como este. Claramente, las actuales promesas políticas de reducción no parecen suficientes; un enfoque técnico más radical debe ser incorporado a los procesos industriales.

Téngase en cuenta que el desafío de mejorar el ambiente es también complicado porque el problema de los GEI llega a la esencia misma de la economía actual. Recordemos que el éxito de nuestro crecimiento mundial resultó de la generación de energía a partir de combustibles fósiles. Primero fue la máquina de vapor y su aprovechamiento del carbón, después aparecieron las máquinas de combustión interna, que usaban derivados líquidos del petróleo y posteriormente el gas natural. Toda la economía mundial ha crecido con el uso de estos combustibles y el CO2 residual es el contribuyente número uno de los actuales problemas climáticos al quedarse prisionero en la atmósfera terrestre.

Si a esto le sumamos la deforestación humana de las selvas, que absorben permanentemente parte del CO2 del aire, vemos la importancia de comenzar con una economía de descarbonización. Las alternativas en que están pensando los técnicos y científicos en esta materia, no solo tienen que ver con las fuentes de energía hidráulica y no convencionales, que actualmente se desarrollan en Colombia y el resto del mundo, sino con la captura en tierra del exceso de CO2 o su conversión a productos útiles por medio de la ciencia. ¡Salvemos nuestros nietos!