Para finales del siglo XX ya la ciencia había comprobado el efecto positivo del abrazo en la salud física y mental. El famoso Leo Buscaglia, quien desde la Universidad de California investigara los poderes del amor, declaró tajantemente “Todos necesitamos un abrazo para mejorar nuestro metabolismo”. En esos tiempos, en los Estados Unidos, era común escuchar la frase “A hug a day keeps the shrink away” (Un abrazo al día te mantiene lejos de la psiquiatría).
Imposible imaginar que, varias décadas después, estrechar los brazos con otros se convertiría en una conducta de alto riesgo. Ahora, literalmente, uno se puede morir por dar o recibir un abrazo. Cuando una persona positiva exhala, habla, tose, ríe o canta emite una corriente de aire que puede ser contagiosa. Aun usando tapabocas es posible que las partículas aerosoles virales puedan traspasar la tenue tela. Para poner las cosas aún más difíciles, existe la susceptibilidad individual y, para algunos, contagiarse puede resultar fatal. En Colombia, aproximadamente tres por ciento de la población ha resultado positiva. De este millón y medio han fallecido 40.000 o 2.6% de los contagiados. Aunque el riesgo es más alto para los adultos mayores, los otros grupos etarios no están libres del peligro. Sin embargo, muchos se siguen arriesgando.
Surge una pregunta: “¿Quién es más valiente? ¿Aquel que se atreve a hacer lo que quiere hacer o aquel que es capaz de controlarse? En verdad, las batallas más difíciles de la vida se libran en el mundo interior. Arriesgarse puede ser un acto de valentía, pero desafiar un enemigo invisible y letal puede ser una tendencia suicida.
Mantener la distancia social es un desafío cultural para una población marcada por hábitos ancestrales y legendarios. Hay comportamientos repetitivos. Por ejemplo, el 31 de diciembre, cuando empieza el conteo regresivo hacia el nuevo año ya la gente está preparada para desenfundar los abrazos. Cuando Cheo García de la Billo’s Caracas canta “Año Nuevo, vida nueva” se abraza no solo a los familiares, sino también a los vecinos, y, en contacto cercano, se dicen palabras de afecto. Desafortunadamente, esa bella costumbre, puede ser fatal.
Pero no todo está perdido. Hay otras formas de celebrar y compartir. Solo necesitamos ser flexibles y darnos la oportunidad de aprender nuevas costumbres. Por ejemplo, se puede producir el mismo impacto emocional con cálidas palabras o con gestos de cariño a dos metros de distancia, o por videochat.
Este un momento diferente de la vida que requiere acciones especiales. La idea de la temporada navideña es compartir, celebrar e intercambiar afecto con los seres queridos. Todo eso se puede hacer de otras formas. El plan es salir vivos y fortalecidos de la pandemia. Así, en diciembre del 2021, los abrazos volverán a cumplir su hermosa misión en el mundo.
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