Vamos de prisa por la vida y son pocas las oportunidades que se nos presentan para reflexionar y analizar lo cotidiano de nuestras vidas. Tenemos prisa por llegar a nuestra meta, de largo vamos pasando sin poner mucha atención en el camino y aquello que este genera en nuestras vidas.
Actuamos, respondemos a lo que debemos, pero poco o nada nos fijamos en las consecuencias de nuestras acciones; hasta que un día la vida sola se encarga de hacernos frenar y reflexionar sobre ella misma.
Acabamos de pasar una semana de recogimiento, la cual es una oportunidad y una invitación a la reflexión de aquello que hemos cosechado para nosotros en el camino.
Los seres humanos necesitamos procesar aquello que experimentamos. De estas reflexiones sacamos valiosa información que nos permite construir una vida más coherente con aquello que anhelamos; la clave es saber qué es eso que verdaderamente deseamos.
¿Acaso es un deseo sembrado por el medio que nos rodea? O ¿será quizás el sueño frustrado de otro el cual yo estoy viviendo? ¿Es esta la manera de ser feliz? ¿O estaré verdaderamente llevando a cabo mi proyecto de vida?
Todas estas preguntas se nos disuelven en la carrera desenfrenada y no logramos revisarlas. Cuando llega el momento de parar y recogernos, nos podemos encontrar frente a la frustración de haber recorrido un camino que no era el propio.
Reflexionar y recogernos es el ejercicio que nos permite revisarnos y mantenernos coherentes. Nos ayuda a evitar que el día a día robe de nuestras vidas la oportunidad para revisar.
Hace poco leí sobre un prestigioso banquero que renunció a su cargo para continuar con una vida más simple y más cerca de su familia. Las opiniones eran bastante variadas: unos veían este cambio como un movimiento positivo, otros lo miraban como un acto de renuncia frente a un estilo de vida de lujos y oportunidades. Incluso hubo opiniones que lo tildaban de cobardía…
Creo que este no solo ha sido un acto de valor y coherencia, también veo en esta renuncia una claridad plena por parte de este individuo. Renunciar a todo aquello que hasta el momento nos ha sido conocido, para emprender un nuevo viaje, implica un profundo conocimiento de sí mismo, una gran fortaleza y mucha reflexión y recogimiento.
Mi invitación es parar, revisar y analizar cómo va nuestro camino, hacer las correcciones necesarias y seguir de manera más consciente. Lo que vale son los pasos que damos, el tramo que recorremos y la experiencia de vida que este nos deja, al final es lo vivido lo que cuenta.