Yo no he aprendido a pedir perdón, me callo mejor me voy. Yo reclamo el mismo trato, cuando tú fallaste yo te perdoné, y a pesar que no es lo mismo, porque más marcada queda una mujer”

El anterior fragmento es de la canción compuesta por Israel Romero, “Yo no sé pedir perdón”, que majestuosamente interpretó Rafael Orozco con su conjunto el Binomio de Oro. Y sí, todavía hay hombres de nuestra región a quienes se les dificulta pedir perdón, y también hay muchos otros que siguen pensando, que en las fallas, las mujeres quedan más marcadas.

Duro le hemos dado a Fabio, y se lo merece, pero además debemos reconocer que le figuró a él, así su intención haya sido otra, servir de saco de boxeo, para que la sociedad, en todos sus niveles, se desahogue y saque esa frustración reprimida que le ocasiona, el no haber sido capaz de atender oportunamente sus desviaciones, las mismas que dan lugar, a que al día de hoy, subsistan prácticas como las narradas por Fabio y el palabrero en su nefasta y sonada entrevista. Hacernos los de la vista gorda con el machismo, siempre ha sido una salida.

Lo cierto, es que gracias a esa entrevista, tenemos una oportunidad de oro, (sobre todo por el encierro en el que nos encontramos), me refiero a la posibilidad de repensar si vale la pena seguir tolerando el manido, obsoleto, y mandado a recoger, modelo machista que aún pulula en gran parte de nuestra territorio. Ese que vende la idea de mujeres incapaces de ejercer liderazgo, pues según ellos, nacieron para tener una vida quieta, sometida al mando amoroso del hombre y dedicada a las labores domésticas en el hogar. Pero que al tiempo, pondera al hombre que sobresale por su capacidad fálica, el de las muchas mujeres, que tiene hijos por doquier; que solo entiende la vida desde la heterosexualidad, y que es agresivo en su comportamiento. El mismo que aunque se case, sigue siendo sexualmente soltero, pues considera que la fidelidad es solo para las mujeres.

Y aunque a simple vista la expresión machista se advierte como indebida, ha logrado permanecer, porque de forma inteligente se ha mezclado en expresiones culturales constitutivas de la tradición oral, como por ejemplo la poética del folclor. De ello da cuenta, canciones como la que utilicé para iniciar este escrito, que se aprenden, se bailan y se cantan con profusa alegría, aunque su letra vaya muy en contravía con el deber ser del trato digno a la mujer. Y claro que también incide un pueblo con un precario modelo educativo, que es capaz de tener por ídolo o referente, en lo personal, a figuras como el hermano de Fabio, el cantante Poncho Zuleta, quien en lo musical se constituye en una leyenda del folclor, no obstante en lo personal, no hace más que exhibir orgulloso la cosificación de la mujer.

Censuramos a Fabio y al palabrero, y que tal si comenzamos también, de una vez por todas, a censurar a nuestros padres, tíos, hermanos, amigos, vecinos, hombres y mujeres que día a día, alimentan y promulgan la equivocada creencia de la superioridad masculina. Que nuestros gobernantes también inicien campañas de cultura ciudadana al respecto. Entre todos podemos comenzar la deconstrucción del estereotipo machista y reivindicar a la mujer y al hecho de que todos los seres humanos, somos iguales en nuestra esencia.

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