Lagos de Caujaral conservacionista

Este club deportivo con bello paisaje natural, entró en la Onda Ecológica Conservacionista. Hasta ahora nos damos cuenta de que a pocos minutos de la Universidad del Atlántico, todo un santuario de flora y fauna coexisten. Un necesario bosque seco tropical –conocido por los ganaderos, como rastrojo– con los dos primeros aguaceros, se tupe de generoso follaje verde y todo se transforma. Con la sequía las aves emigran y hace unos años después de un largo verano, estas se fueron, pero nuevamente bandadas de pájaros regresaron a su antiguo hábitat. Los investigadores Guillermo Galvis y Hugo A. Vides realizaron para Caujaral, que preside Sergio Espinosa y maneja Juan Amín, una guía para conocer y ayudar a conservar 163 especies de aves que allí se encuentran y que pocos caminantes, salvo los ‘caddie’ de La Playa, familiarizados con la naturaleza silvestre, habían admirado. Los golfistas van interesados en el número de golpes para llegar al ‘green’. Los Pájaros pernoctan y anidan diariamente en los árboles cercanos a los lagos. En las mañanas vuelan hacia la ciénaga de Mallorquín y alrededores , para retornar a sus nidos y posarse en acogedoras ramas, cuando cae el sol en las tardes. Un nuevo inventario, pero esta vez de la flora, fauna y vegetación está adelantando el Club. Los niños armados - pero de binóculos - aprenden a observar la belleza de la gran variedad de pájaros, posados en los árboles que rodean las verdes campos de golf. Como el agua del lago, que el sol va evaporando ha sido en parte surtida con otra tratada, la calidad ha mejorado y hasta las babillas volvieron al sol y observan a los caminantes pasar. El turismo de avistamiento de aves es una actividad que mueve a miles de aficionados con dólares, cuando arriban a Costa Rica, por ejemplo, a observar los pájaros. Colombia tiene una riquísima biodiversidad y desaprovechada. La de Caujaral ya por los menos está registrada y publicada: un pulmón verde aportante de oxígeno a Barranquilla, La Playa y Puerto Colombia .

Negocio futuro ¿organizable?

Conocí en una visita de Asoganorte a Centro América, un latifundio de un sincelejano: William Salom, quien en tiene en Costa Rica una hacienda con embarcadero en uno de los ríos de ese lluvioso y verde país que recibe anualmente miles de gringos. Turistas que llegan a un cercano aeropuerto y pagan por visitarla para mirar las aves y la fauna. Torres de madera para avistarlos se elevan en medio de los pastos. Al ganado – que también hay –por supuesto - menos atención le ponen. Cabañas para pernoctar a quienes quieran admirar el cielo estrellado, sin la claridad de las luces urbanas que le compitan. Se puede percibir el chirrido de los grillos nocturnos y despertar con el mugido de las vacas llamando a sus terneros al amanecer. Una cafetería atiende a los visitantes. El negocio también puede ser el disfrute del encanto rural. En el país cafetero eso se da. Aquí podríamos –por ejemplo- atisbar los monos titíes cabeciblancos de El Ceibal o en Los Rosales en Santa Catalina (Bolívar), si se pudiera y las autoridades ambientales no pensaran que el ruido de los turistas los va a perturbar en su bucólica paz. ¿Cuantos pájaros habrá en La Floresta, La Esperanza, Rancho Grande, Los Campanos, El Porvenir, Ayacucho y tantas reconocidas propiedades rurales del Atlántico, que conviene conservar?

Añorando la sombra

Con estos calores, como se añora la sombra de los refrescantes árboles de los patios de las casas de antes. Cuando yo era niño –hace más de 70 años viví un tiempo en la Calle del Sello ( 44) entre Cuartel ( también 44 ) y la carrera 45 (Líbano). Eran dos casas contiguas de mi abuela Isabel Tovar Arteta y en ambos patios habían arboles de níspero y de peritas . En épocas calurosas, se ponían las mesas para almorzar bajo los árboles.El calor si se sentía, pero en las sopas. Los primeros aires acondicionados Carrier de consola –costosos para la época- solo llegaron en los años 50. Los de Néstor Móseres, Carlos Dieppa y Eliécer Sredni se ensamblaron después. Los que proveía San Andresito, una década más tarde.

Barranquilla arborizada

Últimamente se observan los numerosos árboles que el Distrito está sembrando sin parar. Han pegado los transplantes y en breve comenzaremos a disfrutar de su refrescante sombra. Las octogenarias Bongas del Hotel El Prado todavía protegen del sol. Cuando Gabriel Noguera dirigía la Cámara de Comercio embró árboles en El Centro y solo algunos matarratones en la calle Santander (40), “la calle del cambio” , todavía subsisten sin que los rieguen. Hay que acudir a las especies nativas. “Maticas sinvergüenzas que sobrevivan”, decía don Quecho Juliao Sarabia. Desde la Sociedad de Mejoras Públicas, Don Polidoro Plata Rueda y Doña Emma Tovar de Buitrago se les deben la siembra de robles amarillos y morados, que en su etapa de florescencia, engalanan muchas aceras del norte de Barranquilla. Ustedes ¿ Se imaginan el Gran Malecón frente al río, sombreado por árboles, que por temporadas además le aporten colorido? En Washington D.C. cientos de cerezos que hasta con jardineros envió en donación el emperador del Japón -para cuidarlos en sus inicios- aportan a la temporada turística para admirarlos; apenas florecen.