No calificaban para créditos cortos

Cuando los llamados “bonos Carrasquilla” se colocaron en el mercado para fondear préstamos a los municipios, para sus necesidades de acueductos y redes de distribución de agua, algo socialmente bien recibido, había que diseñarlos atractivos, pues de lo contrario los inversionistas no ponían su billete en esos papeles. Hace como nueve años, y tal vez hasta hoy, bastantes de esos entes territoriales menores, tenían limitada capacidad para recibir créditos. Por eso deduzco que los bonos del agua, se emitieron con 20 años de plazo, para que las cuotas de los pagos municipales pudieran ser menores, atenderse cómodamente y así hacerlos atractivos para los fondeadores institucionales, como inversión rentable con largo plazo de colocación.

Préstamos cruzados

Por eso no admitían prepagos, fueron préstamos cruzados contra los fondos pactados a largo plazo, suministrados por quienes pusieron la plata. Algunos críticos dicen que era como “que crezca la pila”, sumando los intereses durante los 228 meses del plazo de los créditos. ¿Y la satisfacción de los pueblos que gozaron del servicio de los acueductos todos esos años, quién la mide? ¿Y los niños salvados de la mortal gastroenteritis? Como la moneda suele perder valor con el tiempo en los largos plazos, cuando al financiador le van devolviendo su dinero, ya no puede comprar con esos recursos, lo mismo que cuando lo entregó. Y los intereses retribuyeron trimestralmente a los miles de pequeños ahorradores o jubilados, con cuyos recursos los fondos privados fondearon, los que ahora son criticados, préstamos. Esos bonos no me causan rechazo, lo que hago es comprenderlos. Y si el exministro, ya fuera del Gobierno, usó su conocimiento y experiencia para una asesoría y se ganó unos honorarios, es su trabajo. ¿Alguien pretende que deje encapsuladas “ad aeternum” sus experiencias?

Lucas al bate

El ingeniero Lucas Ariza asumió temporalmente la dirección de Cormagdalena, importantísimo ente público para los departamentos ribereños, que corta desde el centro sur hasta el Caribe, la geografía colombiana. Su navegabilidad es factor que incidirá en la competitividad de todo nuestro comercio exterior. Cuando la huelga de Fedenal en tiempos del presidente Alberto Lleras, los sindicatos de trabajadores fluviales paralizaron el país. Un elevado porcentaje de la carga se movía por el Río. Hasta Fedecafé tenía una bodega que aromatizaba la esquina de la Avenida Olaya Herrera con la prolongación frustrada del Paseo de Bolívar. Hoy repleta, ya no de sacos de fique con el grano, sino de celulares. Terminado el paro fluvial, el presidente Lleras Camargo, distinto del abuelo de Germán, decidió quebrar el cuasi monopolio de esa ruta y estimuló las inversiones nacionales en carreteras y líneas férreas hacia los puertos, que compartieran el servicio del transporte de la carga de importación y exportación. Sin embargo, el transporte fluvial sigue siendo más barato para competir globalmente. Le conviene al país hacer lo que sea necesario para que el mantenimiento de la navegabilidad del Magdalena sea constante. Hay una norma gestionada por el extinto senador José A. Name T. en 1966, que obliga a la Nación al mantenimiento del canal navegable de acceso al puerto de Barranquilla. Parece que hay otra más con propósitos similares, me contó un exparlamentario. No hay que inventar nada, solo que nuestra apreciada señora ministra Orozco y Lucas se respalden en ambas y que giren el dinero. Nos hace falta poder del Caribe en el Ministerio de Hacienda; desde Tomás Suri Salcedo, hace como 100 años, ningún costeño ha accedido a ese poderoso sitial.

Tarea para la junta del Emisor

Las alzas del tipo de cambio, así los cafeteros, floricultores, bananeros etc, se regocijen temporalmente, pronto asumirán mayores costos, pues toda la producción nacional algún componente importado tiene. La Junta del Banco de la República va a tener trabajo ingrato para rato, intentando, de pronto, con limitaciones crediticias, alza de tasas de interés, algo que no hizo la semana pasada, y otras medidas restrictivas, para conservar estables los precios. Quienes las padezcan, protestarán como siempre así sepan que tienen el propósito de controlar inflación. Algo como esto le tocó al ministro Rodrigo Botero durante el “mandato claro” cuando por un auge de precios del café, la Junta Monetaria elevó los encajes bancarios y los gerentes aprobábamos créditos, que nos demorábamos hasta 1 y 2 meses, para poder desembolsar, salvo los créditos agrarios.