En el artículo anterior el tema tratado nos llevó a revisar cómo podemos movernos para dar ‘El paso del triángulo dramático al del amor’ y así liberarnos de patrones que nos desgastan, debilitan y aprisionan en conflictos y dinámicas complejas de dolor para encontrar nuevos modos de interactuar y vivir relaciones saludables.

Cuando se sale del triángulo dramático es como entrar en un mundo nuevo, en el que se puede experimentar tranquilidad, seguridad y libertad. Se siente conexión con el afecto, la confianza y el bienestar en las relaciones, se da paso a nuevas formas de expresión auténticas y verdaderas, se liberan los programas pasados cargados de narrativas, historias y guiones dolorosos y que sostienen creencias limitantes y valores que activan el triángulo dramático desde los roles de víctima, agresor y salvador.

Uno de los estados característicos para moverse dentro del triángulo del amor es vivir la “masculinidad fuerte y asertiva”, lo que corresponde a tomar la energía del “padre saludable” en nuestro interior. Todos venimos de un padre y una madre, esas dos energías las llevamos en nosotros, están impresas en cada una de nuestras células, los hayamos conocido o no, nos hayan herido o fortalecido, seamos hombres o mujeres, no importa. Todos tenemos esa energía que nos impulsa al mundo para hacer, conquistar, producir, poner límites, priorizar, y lograr metas. Esta energía viene del padre.

El Padre o energía masculina saludable diferencia entre asertividad y agresividad, por lo que no controla ni impone, dialoga y se comunica para expresar sus sentimientos y necesidades y a la vez es empático con las del interlocutor. Como adulto se hace responsable de lo que siente y necesita, actúa en lugar de reaccionar, es coherente y justo consigo mismo y con los demás.

Es necesario en el proceso de crecimiento sanar las memorias de la cultura patriarcal basada en paradigmas de ataque y la defensa, lucha, culpa, castigo, de la violencia que sostiene la perpetración para cambiar la mirada de ese “padre autocrático” que siembra temor y tomar al “padre saludable” que nutre, empodera, protege y facilita el crecimiento para vivir relaciones cordiales, comunicación sincera, aceptación de las diferencias individuales y actitud del respeto que lleva a conciliar y confluir, a cuidar de uno mismo y de los demás, a ver los problemas como retos que apoyan el crecimiento, fortalecen y aportan recursos de aprendizaje.

En resumen, revisa las siguientes pautas para reconocer la energía del “padre sano” que nos mueve hacia el “mundo sano”:

La fuerza para salir del nido y avanzar hacia la vida.

La fuerza para moverse asertivamente.

La fuerza para tomar decisiones.

El enfoque y la claridad mental.

La actitud empática y conciliadora.

La capacidad de conocer y poner limites.

La capacidad de asumir: un liderazgo inspirador, de asumir las responsabilidades.

La claridad de pensamiento lógico, lineal y matemático.

El empoderamiento y capacidad de emprendimiento.

La determinación para empezar nuevas relaciones, emigrar, cambiar de trabajo para prosperar.

La realización profesional.