Westminster, la madre de todos los parlamentos, a menudo ha alucinado al resto del mundo con sus rituales arcaicos y reglas incomprensibles para los que no residen en las Islas Británicas. Durante los últimos años, el agónico debate sobre el Brexit en la Cámara de los Comunes ha dado espectáculos inolvidables, pero esta semana el drama se ha superado a sí mismo. El martes un diputado conservador cambió de filas literalmente, cambiando su asiento en pleno debate entre el nuevo primer ministro Boris Johnson y la oposición.

Parece una anécdota pero, con esta deserción, Johnson, que tomó el testigo de prime minister de manos de la desafortunada Theresa May en julio, perdió definitivamente la mayoría parlamentaria. Fue el preludio de una derrota esa misma tarde en la que 21 diputados tories votaron a favor de debatir una ley para evitar que el Reino Unido salga de la Unión Europea el próximo 31 de octubre sin acuerdo ninguno, lo que llaman un “Brexit duro”. Bozza, como se conocía al dicharachero e imprevisible dirigente conservador, se ha comprometido a sacar al país de la UE sea como sea, asumiendo el más que probable caos económico y social que acarrearía un hard brexit.

Johnson no es el único nacionalista radical dispuesto a pagar un alto precio por abandonar la odiada UE. Otros británicos, sin embargo, solo quieren un Brexit ordenado, con un acuerdo igual o similar al que negociado por May con Bruselas. Y otra parte de la sociedad y clase política, cada vez más ruidosa, quiere seguir formando parte del club europeo.

Para que sus propios rebeldes no le estropearan el plan de consumar el Brexit como sea, Bozza recurrió a una maniobra fea al decretar el cierre del parlamento. Es una medida legal, ya que el gobierno decide los plazos parlamentarios. Pero ante una decisión de tal magnitud como la salida de la UE, es un truco antidemocráctico, casi autoritario, especialmente por parte de un primer ministro que solo fue votado por los militantes de su partido. Anoche el parlamento, con la ayuda de los rebeldes conservadores, logró imponer a Johnson una ley que evita un Brexit duro.

El primer ministro buscará la huida hacia adelante forzando elecciones a mediados de octubre antes de que termine el plazo en la noche de Halloween. El problema es que el sistema político británico, que ha dado siglos de estabilidad al país, está roto. Las diferencias sobre el Brexit transcienden a los partidos. Hay conservadores en contra del Brexit -pocos- y unos cuantos más en contra de un Brexit duro, pero también hay algunos votantes laboristas que están a favor. Solamente los liberaldemócratas y verdes están nítidamente en contra de salir de la UE, mientras la posición del Brexit Party no requiere más explicaciones.

Por ello más que unas elecciones lo que necesita el Reino Unido para salir de este atolladero es un segundo referéndum con una doble pregunta: Brexit sí o no, y en caso afirmativo, Brexit solo con acuerdo o de cualquier manera. Pero igual ya no queda tiempo.

@thiloschafer