En la película Hombres de negro los dos agentes protagonizados por Will Smith y Tommy Lee Jones tienen un práctico aparato con el que se puede borrar de la memoria de la gente los acontecimientos inexplicables que acaban de presenciar. Los políticos en España deberían estar locos por poseer una de esas maquinitas tras su lamentable fracaso a la hora de formar un gobierno estable. En más de cuatro meses, el presidente en funciones, el socialista Pedro Sánchez, no ha conseguido los apoyos necesarios para ser elegido por el Parlamento.

La frivolidad de los líderes de las cuatro principales formaciones ha empujado al país a celebrar las cuartas elecciones generales en menos de cuatro años el próximo 10 de noviembre. Ya antes de que el martes el rey Felipe tomara nota de la incapacidad de los políticos para lograr un consenso mínimo, los dirigentes habían empezado a echarse la culpa los unos a los otros, en lo que los estrategas llaman “construir el relato”. Pero visto lo visto, nadie debería escurrir el bulto de la responsabilidad.

Quizás el que más esperanzas ha puesto en repetir elecciones es Sánchez. Los sondeos prevén una subida del Partido Socialista (PSOE) por encima del 30%. Pero aun así, Sánchez seguiría necesitando el apoyo de otros partidos para alcanzar la mayoría necesaria. El socialista basa su apuesta en que otros, sobre todo los nacional-liberales de Ciudadanos y la izquierda de Unidas Podemos, pierdan tantos votos que no les quede más remedio que aceptar un gobierno en minoría del PSOE sin contraprestaciones.

Es una jugada muy arriesgada por parte del partido socialista. Los sondeos presagian un aumento de la abstención, que podría afectar más al centroizquierda. Sus votantes suelen desmotivarse con más facilidad mientras los del centroderecha siempre muestran más disciplina a la hora de acudir a las urnas. Además hay varios factores de riesgo en el camino de Sánchez. A mediados de octubre se pronuncia la sentencia contra los dirigentes separatistas de Cataluña, y una posible escalada del conflicto territorial serviría sobre todo a la derecha para motivar a su electorado. Antes del 10 de noviembre también se espera la sentencia de un caso de corrupción en Andalucía que implica a dos ex presidentes del PSOE, lo cual podría no ser de gran ayuda en la fase final de la campaña. Y los próximos datos económicos no serán tampoco muy halagüeños dada la desaceleración coyuntural.

Vistas las diferencias entre los cuatro partidos -y el duro enfrentamiento personal entre sus líderes-, al electorado se le presenta un panorama desolador. Sin embargo, hay esperanzas. Por razones de aritmética pura es imposible que la noche del 10 de noviembre todos salgan ganando. Habrá algunos perdedores, aunque éstos y sus spin doctors seguramente harán un esfuerzo en negarlo. Será el momento para que rueden cabezas. Ojalá surjan nuevos liderazgos que corrijan el rumbo de la sinrazón y se despeje así el camino para una España con gobierno estable cuatro años después.

@thiloschafer