La decisión de Donald Trump de retirar las tropas estadounidenses del norte de Siria –tan errática y sin pensar en las consecuencias como muchas de las que idea el presidente– ha causado temblores en Europa.

El ataque de las tropas de la Turquía de Recep Tayyip Erdogan contra las fuerzas kurdas en la zona se siente como una traición a unos aliados leales e imprescindibles en la derrota del Estado Islámico. Además se teme que, aprovechando la batalla, puedan escaparse miles de terroristas presos del ISIS, buena parte de ellos ciudadanos de países occidentales a los que sus respectivos gobiernos no tienen ninguna prisa en repatriar.

Otro problema trascendental es la posibilidad de que el conflicto en el norte de Siria provoque una nueva oleada de refugiados. También porque Erdogan ha amenazado a los gobiernos europeos con abrir las puertas de Turquía y dejar marchar a unos tres millones de refugiados que habitan allí gracias a un polémico acuerdo con la Unión Europea. La llegada masiva de refugiados de hace unos años contribuyó en gran medida a cambiar el paisaje político en Europa, con el auge de fuerzas ultranacionalistas en muchas partes.

Probablemente, el país que más tiene que perder con esta nueva crisis en el norte de Siria es Alemania. Unos tres millones de sus habitantes tienen orígenes turcos y también hay muchos kurdos, lo que ha supuesto numerosos enfrentamientos entre ellos en diversas ciudades alemanas desde la invasión de Erdogan en Siria. La ministra de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer –conocida también bajo el acrónimo AKK para facilitar la comunicación– ha sorprendido con su propuesta de crear una zona de seguridad en la frontera norte de Siria. Esta sería controlada por tropas de la Unión Europea, junto con soldados turcos y de la Rusia de Vladímir Putin, uno de los principales actores en la larga y desastrosa guerra de Siria.

La idea de AKK ha recibido críticas hasta dentro de su propio gobierno. Pero aún así piensa llevarla a la reunión de los miembros de la OTAN esta semana. AKK tiene razón cuando critica a aquellos que siempre han rechazado que EEUU se arrogara el papel de policía mundial y ahora acusan a Washington de abandonar sus responsabilidades. Con Trump en la Casa Blanca, EEUU no es un aliado estable y los europeos harían bien en replantearse su papel en el mundo. En el tablero global juegan con gran desventaja frente a regímenes autocráticos como la Turquía de Erdogan, la Rusia de Putin, el Irán de los ayatolás o las monarquías árabes, que no tienen que prestar atención a las sensibilidades de la opinión pública en sus países.

Este filtro democrático en Europa podría ayudar a contener aventuras militares absurdas, como las guerras del Golfo o de Afganistán por parte de Washington, pero no debería servir para eludir la responsabilidad de los gobiernos europeos en conflictos como éste en la parte kurda de Siria. Tanto por interés propio de Europa, como por la necesidad de no dejar todo en las poco fiables manos de EEUU.

@thiloschafer