Este domingo la sociedad española está convocada por cuarta vez en casi cuatro años a las urnas para poner fin de una vez a la parálisis política que ha dejado el país sin gobierno con plenas funciones desde 2015. Uno de los principales protagonistas de esta época extraña de la política española es Pedro Sánchez. El presidente en funciones socialista fracasó en la formación de gobierno en 2016 y consiguió acceder al poder en 2018 a través de una moción de censura. Ahora se juega la vida política con la repetición de las elecciones parlamentarias de abril.

Aseguran muchos que dicen conocer los pensamientos del jefe de gobierno y su entorno, que era su intención repetir las elecciones con el fin de aumentar su mayoría lograda en abril y forzar a las demás fuerzas políticas a abandonar su posturas de bloqueo. Es una jugada de mucho riesgo, como advertían los opinadores desde la convocatoria electoral para este 10 de noviembre. Porque en medio la condena dura de dirigentes separatistas catalanes por la declaración de independencia en 2017 ha incendiado las calles de Barcelona. Y la economía está en fase de desaceleración.

Pero Sánchez ha demostrado más de una vez que es un hábil estratega y un superviviente. Después del intento fallido de ascender a la presidencia en 2016 fue echado por la cúpula de su propio Partido Socialista (PSOE), solo para volver gracias al voto de los militantes en unas primarias el año después. La moción de censura contra el conservador Mariano Rajoy en verano del 2018 fue una maniobra hábil que sorprendió a casi todos los partidos. Sin embargo, Sánchez debe su ascenso al poder al apoyo de los partidos nacionalistas y separatistas. Es su talón de Aquiles ya que los partidos de la derecha no han dejado de atacarle por este aspecto en toda la campaña electoral.

Si no fallan los sondeos de opinión -y últimamente han resultado bastante poco fiables- el plan inicial de Sánchez no se cumplirá porque el PSOE se mantiene más o menos en el mismo nivel que ahora, es decir 28% de los votos y 123 de los 350 escaños del Parlamento. El socialista necesitaría otra vez el apoyo de otros partidos para continuar en el cargo. Si se toma en serio las declaraciones del único debate televisivo entre los candidatos de los cinco principales partidos el lunes pasado, será una tarea casi imposible. Nadie parece haber aprendido la lección y está dispuesto a renunciar a su postulados en beneficio de sacar al país de la parálisis.

En caso de que los socialistas de Sánchez consigan una ventaja clara sobre los demás, pero lejos de una mayoría para gobernar solos, la única forma de formar un Ejecutivo pasa porque uno o más de los otros dirigentes políticos se coman su propio veto al PSOE. Como aritméticamente no puede triunfar todos los partidos, cabe esperar que algún líder se verá obligado a dimitir la noche del domingo o el lunes. Ahora mismo, nadie en España se imagina el escenario absurdo de otra repetición electoral.

@thiloschafer