Los derechos humanos han ocupado mucho espacio de la agenda informativa últimamente. Acabamos de leer estos días los titulares de una gran investigación sobre la persecución brutal del régimen comunista de China a la minoría de los uigures, gracias a la cooperación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación en la que participaron medios de 17 países. Los datos muestran un panorama escalofriante de campos de internamiento y reeducación, destrucción de mezquitas en esta región musulmana, encarcelamientos y la supervisión total de la población gracias a las últimas tecnologías de reconocimiento facial y espionaje.

No es que la persecución sea algo nuevo. Pekín lleva muchos años intentando borrar la identidad propia de este pueblo autóctono -al igual que el del Tíbet- e implantar allí la cultura mayoritaria de los han. Sin embargo, la cantidad de detalles e informaciones destapadas ahora nos acercan a algo muy parecido al Estado totalitario orwelliano. Les corresponde a los politólogos e historiadores clasificar lo que está haciendo China con parte de su propia población. Pero llama la atención que solo hace unos días el Congreso de EEUU haya votado a favor de una moción para declarar como “genocidio” lo que pasó al pueblo armenio a manos del Imperio otomán hace ya un siglo.

En España, por otra parte, causaba cierto revuelo la visita del rey Felipe a Cuba hace dos semanas, la primera visita oficial de un monarca de la antigua metrópolis a una de sus últimas colonias. En el banquete oficial y ante el presidente cubano Miguel Díaz-Canel el rey hizo una defensa de los derechos humanos, como “la capacidad de expresar libremente sus ideas, la libertad de asociación y reunión”. Pero el viaje del Jefe de Estado causó una profunda irritación en la derecha política española, que considera que las únicas dictaduras en el mundo dignas de mención son Cuba y la Venezuela chavista. A cambio, los dirigentes conservadores no suelen criticar los viajes de su majestad a China o a Arabia Saudí.

Es al reino saudita precisamente donde la Federación de Fútbol española quiere trasladar la celebración de la próxima Supercopa, un torneo de pretemporada que enfrenta a los cuatro mejores equipos de la temporada. La radiotelevisión pública RTVE, sin embargo, se ha negado a retransmitir los partidos con el argumento de la violación de los derechos humanos en Arabia Saudí, en particular los de las mujeres. Una loable decisión, pero ya hay quienes exigen coherencia a la hora de boicotear todo tipo de competiciones y eventos celebrados en países con escasos credenciales democráticos.

Es un asunto muy difícil y delicado. Los boicots mutuos no necesariamente mejoran las cosas, como se vio durante la Guerra Fría con los Juegos Olímpicos, una de las pocas cosas que unían a los pueblos a ambos lados del telón de Acero. Pero sin duda, es bienvenido que la gente tome conciencia de que China, Arabia Saudí y otros no pueden ser considerados como simples socios comerciales.

@thiloschafer