Estos días se celebra en Madrid la Cumbre del Clima organizada por Naciones Unidas. El nombre oficial COP 25 bien podría referirse a los alrededor de 25.000 asistentes que han venido a la capital de España, de líderes políticos a activistas, pasando por actores y directivos de grandes empresas o bancos. No cabe duda de la importancia y urgencia de esta macrorreunión de casi dos semanas: las emisiones de CO2 que provocan el aumento de las temperaturas y el cambio climático han alcanzado este año su punto máximo.

La cumbre también plantea algunas dudas. Tras la renuncia de Chile por los disturbios en el país, se ha debido organizar todo este enorme evento en el recinto ferial Ifema de Madrid en solo un mes. Además de la parte dedicada a las negociaciones políticas para alcanzar los compromisos con la lucha por salvar el planeta, hay una zona para la sociedad civil con instalaciones que simulan la calidad de aire que se respira en diferentes urbes del mundo, por ejemplo, o actuaciones de tribus amenazadas, entre otros.

La gran estrella esperada por todos llega el viernes. Greta Thunberg, la joven sueca detrás del movimiento global Fridays for Future, atravesó el Atlántico en velero y viaja desde Lisboa a Madrid en tren. Pero la gran mayoría de los 25.000 asistentes llegó en avión, el medio de transporte más contaminante. Con este argumento, el ministro alemán de Ayuda al Desarrollo, Gerd Müller, rechazó acudir a la cumbre, a diferencia de la anterior en Marruecos. Pero ha mandado a un grupo de colaboradores, lo cual no deja de ser incoherente. No es el único. El alcalde de la ciudad anfitriona, José Luis Martínez-Almeida, acaba de apuntarse a la lucha contra la contaminación en las grandes ciudades cuando en las elecciones municipales de mayo pasado, su argumento principal fue acabar con las restricciones al tráfico de coches introducidas por el anterior ayuntamiento.

Las cumbres del clima también se han convertido en una plataforma para que empresas de todo tipo presenten sus credenciales verdes. Varios bancos han reafirmado en COP25 su inversión en activos que no contaminan. Una política que el Banco Central Europeo quiere fomentar con menores requerimientos de capital.

La eléctrica Endesa, la empresa que produce las mayores emisiones en España, ha anunciado que recorta el dividendo a sus accionistas para invertir más en energías renovables. Y la petrolera Repsol promete ser neutral en emisiones hasta 2050.

Los críticos de este tipo de anuncios y acciones empresariales lo llaman “greenwashing”, es decir que se busca más el efecto de imagen que un cambio realmente significativo para mejorar el medio ambiente.

Es una crítica legítima, pero lo que tiene que hacer la sociedad, y especialmente los medios de comunicación, es controlar a estas empresas y verificar si sus promesas se cumplen y son útiles.

Bienvenido sea cualquier avance en esta dirección, aunque debamos cambiar a una marcha más alta si queremos evitar desastres mayores en el planeta.

@thiloschafer