Esta semana los líderes políticos, empresariales y sociales de todo el mundo vuelven a congregarse en Davos para la cita anual del Foro Económico Mundial. No faltó Donald Trump, que acude por segunda vez a la cita en las montañas suizas desde que ocupa la Casa Blanca. Hace dos años esbozaba su política del “America first”. El martes hizo un balance hiperbólico de cómo Estados Unidos ha vuelto a ser el mejor país del planeta (¡con diferencia!), algo que debería servir como ejemplo a otras naciones.

Lejos de aplaudir al magnate inmobiliario convertido en presidente, los demás dirigentes, directivos y expertos se preocupan por el cambio del orden mundial que está provocando la política exterior de Trump. Ahí está su peligrosísimo tira y afloja con el régimen de Irán, sus oscuras maniobras en Ucrania o la retirada de EEUU del Acuerdo del Clima de París. Washington ha renunciado a su papel de policía mundial, al que se había acostumbrado el mundo occidental, sobre todo los europeos. La Unión Europea lleva demasiado tiempo absorbida por el Brexit y la conformación de un nuevo Ejecutivo, la Comisión Europea, pero ahora parece cundir un nuevo ímpetu de acción basado en el reconocimiento de que no se puede confiar en los Estados Unidos de Trump.

Un episodio que invita a la esperanza fue la cumbre multilateral para buscar una solución a la larga guerra civil en Libia que se celebró el fin de semana pasado en Berlín. La anfitriona Angela Merkel recibió en la capital alemana a los líderes de los países más implicados en el conflicto: sus colegas europeos, Emmanuel Macron, Boris Johnson, Giuseppe Conte, y los presidentes de Rusia y Turquía, Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan; a los nueves jefes y jefas de la UE y otras instituciones internacionales, y por supuesto a los dos bandos en la guerra fratricida en Libia. EEUU estuvo representado en un segundo nivel, por el secretario del Estado, Mike Pompeo, lo cual no deja de ser significativo.

Se acordó un alto el fuego permanente y un nuevo embargo de armas. Y, para hacer eficaz estos acuerdos, los europeos están dispuestos a lanzar una nueva misión naval en el Mediterráneo que impida el tráfico de armas. Se habla incluso de desplegar tropas europeas en Libia para garantizar la tregua. Europa tiene muchos intereses particulares en el país norteafricano, como el flujo de migrantes que salen de sus costas, las reservas de petróleo y gas, y la estabilidad en esta región tan volátil.

Motivos de sobra para que la UE tome el liderazgo en el intento de pacificación de Libia, más ahora que Washington no considera el conflicto como un asunto suyo importante. Todavía hay dudas de si los europeos lograrán poner en marcha las operaciones necesarias, si éstas funcionarán o si se volverá a imponer la lógica de la guerra. Más allá del drama que se vive en Libia, esta será una prueba fundamental para que la UE muestre al mundo y a sí misma de que es capaz de asumir un papel exterior como el que antes ejercía EEUU.

@thiloschafer