México es uno de los países de América Latina con el que España siempre ha cultivado unas relaciones muy especiales. El presidente español, Pedro Sánchez, fue el primer mandatario extranjero en visitar al recién estrenado presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en enero. De ahí que en Madrid se llevaran una sorpresa bastante desagradable con la carta que el líder mexicano mandó al rey Felipe VI y al papa Francisco para exigirles que pidan perdón por las atrocidades cometidas durante la conquista de las Américas. Hace 500 años que Hernán Cortés y sus 670 hombres pusieron pie en la costa donde hoy está Veracruz. Fue el principio de una campaña militar sangrienta y a la vez impresionante que acabó con la caída del imperio azteca dos años más tarde.

López Obrador quiere que se pida perdón –él en nombre del moderno Estado de México y Felipe VI en nombre de la corona de España– a los pueblos indígenas por los daños que sufrieron. El gobierno de Sánchez ha rechazado la carta “con rotundidad”, mostrando su estupor. Tiene razón López Obrador en pedir una reflexión más profunda sobre lo que significó aquella “conquista” para las culturas que vivían en las Américas. Por supuesto, no se debe celebrar la efeméride de la hazaña de Cortés meramente como el encuentro de dos civilizaciones, algo que solo la derecha más rancia de España pretende hoy en día. Pero exigir un perdón oficial del monarca supone dividir a la gente en verdugos y víctimas. ¿Cuál es el sujeto? El rey Felipe puede ser el descendiente jerárquico de los Reyes Católicos en cuyo nombre actuó Cortés. ¿Pero es el presidente de la República de México el representante de los pueblos precolombinos?
Siempre me ha resultado algo esquizofrénica la actitud que se encuentra con frecuencia en las Américas respecto a la conquista. Muchos se consideran herederos de las víctimas cuando también tienen sangre de los conquistadores, excepto naturalmente los descendientes directos de los pueblos indígenas. Es más probable que un mexicano o colombiano de hoy sea bisnieto de un colonizador español que alguien que vive en Castilla, Andalucía o Navarra. Muchos latinoamericanos tienen una procedencia totalmente ajena a conquistadores y pueblos precolombinos, sobre todo los descendientes de esclavos africanos, pero también otra gente de Europa, Asia u Oriente Medio.

En Argentina y recientemente en California han desinstalado estatuas de Colón como símbolo de un mal entendido proceso de revisión histórica. Si los instigadores de estas iniciativas fueran coherentes, deberían retornar a las tierras de sus ancestros y dejar Argentina y Estados Unidos a los pocos descendientes de los indígenas que han sobrevivido las campañas de eliminación contra ellos cometidos por estos dos países ya en el siglo XIX.

Evidentemente, es muy importante contar la historia de América con todas sus sombras. Pero la petición de López Obrador reduce la historia a un esquema simplista de verdugos y víctimas.

@thiloschafer