Leí hace un tiempo que “un corazón agradecido es un imán para los milagros”. Un pensamiento sabio que, además, refuerza todos los estudios que se han realizado a lo largo de los años sobre la emoción de la gratitud.

¿Qué es lo primero que hacemos cuando nos levantamos? A veces pensamos que no queremos madrugar o trabajar y puede que lo primero que hagamos sea mirar el celular; muchas veces nos levantamos sin ánimo o motivación, sin consciencia del milagro que estamos presenciando al abrir los ojos a un nuevo amanecer. Esto también aplica en cómo terminamos nuestro día y qué es lo que hacemos antes de dormir; nos llevamos a casa los problemas del día y nos acostamos con angustia o estrés; un rasgo común en la mayoría de los seres humanos.

A veces perdemos de vista las diferentes maneras en las que podemos empezar a vivir de otra manera, de entrenarnos para la alegría y el agradecimiento, es una de ellas. El erudito David Standl-Rast dice que “no son las personas felices quienes son agradecidas, son las personas agradecidas quienes son felices”. La felicidad es una emoción que nos conecta con las bendiciones de la vida, con la abundancia y nos ayuda a reconocer los dones y virtudes en nosotros mismos y quienes nos rodean.

Uno de los expertos más reconocidos en el campo de la gratitud es el psicólogo Robert Emmons, quien habla sobre una actitud expansiva hacia la vida que nos ayuda ampliar la perspectiva y contemplar los aprendizajes y elementos positivos, no solo en momentos de felicidad, sino también ante circunstancias retadoras y difíciles de la vida. Es por ello que la gratitud, es la llave que le abre la puerta de la felicidad que abarca una amplia gama de experiencias humanas.

Cada momento es ideal para conectarnos con las prácticas de gratitud y en este nuevo año, debemos aprender a cerrar ciclos pasados desde la gratitud. Después de un par de años bastante complejos, que nos enseñaron o reforzaron la idea de que la única certeza que tenemos es que todo cambia y la vida es incierta, finalizamos un 2021, un año en el que cada uno de nosotros experimentó cosas diferentes a su manera, pero desde ahora, podemos cerrarlo mejor desde el amor y la gratitud.

Capitalizar todas las experiencias que tuvimos en nuestro año es un primer paso para poder contemplar todo sucedido; cómo hemos cambiado, lo que hemos aprendido, relaciones que hemos nutrido o soltado y en esencia, todo lo que hemos crecido. Detengámonos por un momento y reflexionemos: si nuestro año fuese un libro o una película, ¿qué nombre le pondríamos? Pensemos en tres momentos felices y tres momentos retadores, tres aprendizajes valiosos y tres logros y al final, consideremos qué cosas vamos a perdonar y qué soltaremos. Estos cuestionamientos y su reflexión, son de gran ayuda a la hora de poner en perspectiva situaciones de nuestro pasado y apreciar desde un nuevo lugar el aprendizaje y crecimiento que nos han dejado.

Cuando vivimos desde la gratitud, le estamos diciendo SÍ rotundamente a la vida, SÍ a las bendiciones cotidianas y al amor, nos abrimos a contemplar nuevas perspectivas, a valorarnos a nosotros mismos y quienes nos rodean. Agradecer implica abrir el corazón y sentir la experiencia de la existencia humana en su totalidad y al realizar un mapa de propósito para este año, nos ayuda a enfocarnos en aquello que queremos realizar y en la vida que queremos vivir.

*Experta de Felicidad de Areandina