Uno de los hechos curiosos que nos ofrece la literatura es el relativo a los cambios que, para bien o para mal, va experimentando la valoración de los autores, de las obras, en el curso del tiempo. Desde hace ya varios años leo y oigo decir que la poesía de Neruda envejece cada vez peor.

Uno de los que lo dicen es el poeta y crítico peruano Pedro Granados (Lima, 1955), que estuvo de visita en Barranquilla la semana pasada, haciendo parte del grupo de invitados al VII Festival de Poesía PoeMaRío, y con quien sostuve una charla ante un atento público que se congregó al aire libre en la Plaza de la Paz.

Granados es un escritor serio, como se puede comprobar al repasar, siquiera a simple vista, sus libros (poesía, ensayo, narrativa), y posee, además, por si ello hiciera falta, una sólida formación académica, con maestría y doctorado en universidades de EE.UU. Tiene fama de expresar sin tapujos sus gustos y juicios estéticos, ya que, como él mismo escribe, “una cosa es el arte del refrenamiento y otra, muy distinta, la auto-represión”. Pues así, sin la menor auto-represión, Pedro Granados nos dijo que –lo voy a poner en estos términos– en las últimas pruebas de control de calidad que se le han practicado, la mayor parte de la faraónica obra de Neruda ha recibido ya el sello de “rechazada” y que sólo 30 (sólo el 30% o 30 poemas, no recuerdo bien) ha salido indemne de esa revaluación. Yo me acordé de “Tango del viudo”, de “Walking Around”, de “Débil del alba” e, incluso, de algunos de los “Veinte poemas de amor…”, que deben de estar entre los supervivientes, y dije que de todos modos bastaban para que Neruda siguiera siendo estimado como uno de los mejores poetas de la lengua española. Granados calló, en aparente señal de aceptación.

Preferí alejarme de la estatua del chileno, antes de que mi interlocutor acabara de demolerla por completo, y lo conduje a un predio más familiar: Raúl Gómez Jattin. Resulta que Granados había dicho dos días antes, la noche inaugural del evento, que él hacía parte de la literatura colombiana, pues había intervenido un libro de uno de sus más grandes poetas del siglo XX. Le pedí que aclarara el asunto. Entonces contó un episodio que ya está documentado, pero que ni yo ni, creo, nadie del auditorio sabía. En 1993, después de haber participado en el Festival de Poesía de Medellín, viajó a la Costa Caribe; en Cartagena, se reencontró con la pintora Bibiana Vélez, a quien había conocido, junto con Gómez Jattin, en el Festival de Medellín. Bibiana quería publicar un libro inédito de éste, que se había quedado en Medellín, y le pidió un concepto editorial a Granados. Entonces él hizo una mínima labor de edición del manuscrito: corrigió errores ortográficos y mecanográficos, quitó un verso aquí, limó una imagen allá. Y en el orgullo que no ocultaba de haber dejado su huella en Esplendor de la mariposa se hacía más claro su gran aprecio por la poesía del cereteano.

@JoacoMattosOmar