Hace unos pocos días el país reaccionó indignado frente a unas declaraciones de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, en las que afirmaba que “una minoría de venezolanos, profundamente violentos, que matan para robar o por una requisa, son un factor de inseguridad en nuestra ciudad”. Desde diversos ángulos llovieron críticas y se señaló su actitud de xenofóbica. El tema, sin embargo, es mucho más complejo e involucra también a los medios de comunicación y a la sociedad entera.
Este tipo de juicios surge cuando ponemos un tipo de lente sobre la realidad y se produce una distorsión óptica. Desde este enfoque podemos clasificar a los delincuentes por su lugar de origen, su pertenencia étnica, sus creencias religiosas y aun según su signo zodiacal. Si realizáramos un estudio de la inseguridad en Barcelona y clasificáramos a los delincuentes según sus preferencias en materia deportiva podríamos confirmar nuestras sospechas de que al menos nueve de cada diez malhechores son admiradores de Messi y son seguidores del equipo de futbol local.
Los prejuicios y estereotipos actúan como lentes que nos conducen a certezas despiadadas fortaleciendo nuestras prevenciones frente a quien consideramos los “otros”. Los medios contribuyen significativamente a esto cuando anteponen criterios raciales o las creencias religiosas de quien comete un acto delictivo. Así podemos leer en la prensa que cuatro afroamericanos asaltaron un banco en Nueva York y asociamos directamente las etiquetas raciales con las prácticas delictivas. Los árabes en Europa son frecuentemente las víctimas predilectas de estas estigmatizaciones, pues ellos son regularmente vinculados con la imagen del trabajador ilegal o con el integrista fanático.
Algunas organizaciones de periodistas en el mundo son conscientes de estos sesgos que se conocen como la retícula étnica. En sus manuales piden no incluir el grupo étnico, el color de la piel, el país de origen, la religión o la cultura si no es estrictamente necesario para la comprensión global de la noticia. Se les recomienda a los redactores preguntarse antes de presentar una noticia violenta ¿Mencionaría usted la raza si la persona fuera blanca?".
Esta actitud discriminatoria no se limita a los venezolanos, basta con ver las noticias en Colombia cuando se refieren a la población indígena. Por la diversidad de sus instituciones, normas y prácticas sociales, diferentes a las de la sociedad nacional, los indígenas son usualmente presentados como seres moralmente incompletos y como extraños radicales. Como lo ha expresado el investigador catalán Miquel Alsina, los estereotipos y prejuicios negativos sirven para justificar, en muchas ocasiones, los privilegios y las diferencias intergrupales, ya que se utilizan para clasificar de acuerdo con un orden social. En definitiva, lo que se construye con este lente distorsionador es la superioridad de un grupo humano sobre otro.
Debemos ser conscientes de que nuestra identidad primordial y universal es la pertenencia a la especie humana. Como en la célebre frase de Luciano de Samosata, aquellos que insisten en usar los lentes de la distorsión para percibir a los demás seres humanos “no ven la rosa, pero observan con atención las espinas del tallo”.
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