Detenerse en el Cabo de la Vela es un antiguo e inexorable mandato. La orden la dio Alonso de Ojeda a sus hombres en 1502 cuando buscaba perlas en las costas de Coquibacoa, hoy península de la Guajira, “…estad en el Cabo de la Vela siete u ocho días por amor de Isabel, y trabajad para saber lo de las perlas”. Si los españoles encontraban a Isabel en dicho Cabo la orden de Ojeda era precisa “vengase ella y deos algunos hombres y quedaos para hacer lo dicho en el Cabo más despacio”. ¿Quién era la Isabel que con tanta insistencia e interés mencionaba Ojeda en sus instrucciones?
La historiografía de los viajes de exploración y poblamiento hispanos en las primeras décadas del siglo XVI en América se ha centrado en identificar los atractivos económicos, políticos y geográficos que impulsaron estas empresas. ¿Acaso el amor entre seres humanos no es digno de considerarse un atractivo emocional lo suficientemente intenso como para equipararse con los ya mencionados? El amor es, según nos cuenta Borges en El amenazado, “la ansiedad y el alivio…, la espera y la memoria”, es el nombre de una mujer cuyo amor nos delata aun después de que hayan pasado siglos sobre los borrosos documentos históricos.
Isabel fue el nombre cristiano que Ojeda dio a una mujer indígena que conoció en las costas guajiras en su primer viaje en 1499. Es altamente probable que ella le haya contado de los ricos bancos de perlas que existían en esos mares. Todo ello pudo ser confirmado por Juan Buenaventura un soldado que Rodrigo de Bastidas dejó abandonado en esa región y que, gracias a su buena fortuna, sobrevivió entre los indígenas aprendiendo algunas lenguas nativas. Ojeda la hace su mujer, la bautiza en la fe cristiana y tiene con ella tres hijos. Isabel, ejemplo de lealtad, permanece junto a su marido hasta su muerte y aún más allá de esta.
La vida de Alonso de Ojeda es azarosa e intensa. Funda la ciudad más antigua de América continental: Santa Cruz en Bahía Honda, como aseguran algunos estudiosos, o en Cocinetas como lo sugieren otros. Esta ciudad efímera existe entre mayo y septiembre de 1502 cuando la abierta hostilidad de los indígenas y las divisiones entre españoles hacen incierta su perdurabilidad. Después de afrontar nuevos peligros, naufragios y fracasos en las siguientes empresas Ojeda es acusado en juicios, encarcelado y constreñido a la isla de Santo Domingo. Muere allí en 1515 triste y deprimido.
¿Qué fue de Isabel su mujer guajira? Fue encontrada muerta de pena moral pocos días después sobre la tumba de su esposo y enterrada al lado de este. En 1942 el Monasterio de San Francisco, en donde ambos reposaban, se restauró y se declaró monumento histórico nacional. Las autoridades dominicanas trasladaron dichos restos con honores de Estado. Al parecer en 1983 estos fueron sacados de República Dominicana y llevados a Venezuela. Si usted es un viajero cuando vaya al Cabo de la Vela deténgase allí por amor de Isabel.
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