Reza en escritos de Unicef: “Los niños, niñas y adolescentes tienen todos los derechos reconocidos en la Convención: no importa de dónde sean, ni su sexo o color de piel, ni qué lengua hablen, ni la situación económica de su familia, ni sus creencias o las de sus padres, ni que padezcan alguna condición de discapacidad”

En estos países de la región, a los adultos, las políticas de los Estados, la educación y formación, la pedagogía hacia el respeto a los derechos del niño, su protección y garantía de futuro nos quedó grande. Nuestras acciones y orientación están lejos, en su gran mayoría de los casos, del beneficio de la formación de los seres humanos más transparentes, puros, ingenuos, sinceros, geniales, talentosos, inofensivos, y podría enumerar miles de adjetivos más. Generación que además constituye, en todos los órdenes, los protagonistas del futuro del planeta.

Da escalofrío solo hablar de estadísticas y cifras sobre los casos que atentan con violencia a los niños, que son además recurrentes, despiadados, brutales, vergonzosos y parecen endemoniados, producto de una sociedad decadente. Recientemente el Congreso de Colombia prohibió mediante proyecto de ley la reforma al artículo 262 del Código Civil, el castigo físico contra los menores de edad: los correazos, bofetadas, chancletazos, en la práctica de la crianza. Para mí, “paños de agua tibia”

La Policía Nacional en Colombia dio a conocer en medios de comunicación que en el periodo del 24 de marzo y el 13 de mayo del 2020, en el contexto de la cuarentena, se registraron 838 casos de violencia intrafamiliar contra nuestros menores de edad, y además 1.126 de algún tipo de acoso y abuso. Y hay historias reales de abuso y maldad hacia los menores, ejercidos por familiares cercanos o incluso sus propios padres que han impactado a la opinión nacional, pero que no vale la pena ni siquiera mencionar y recordar.

Lo cierto es que hemos sido cómplices mediocres para garantizar una vida emocionalmente sana con los mínimos códigos de bienestar frente a la población infantil y menores de edad. Pero se podría pensar con base en el refrán “mal de muchos consuelo de tontos”. La ONU en junio del 2020 publicó un informe Estado global sobre la prevención de la violencia contra los niños 2020, hecho en 155 países, en donde se establece que de los mil millones de niños que sufren algún tipo de maltrato 300 millones son menores de dos a cuatros años que soportan castigos violentos en manos de sus cuidadores. Y por primera vez, el estudio incluye cifras de homicidio infantil. Se calcula que 40.150 niños en el mundo fueron víctimas de homicidio en el año 2017.

Los países celebran a su acomodo el Día del Niño, tanto así que desde abril se comienza a hablar de ésta efemérides, para la ONU es el 20 de noviembre el Día Internacional del Niño. Lo cierto es que hay poco que celebrar y más bien es hora de tomar conciencia universal.

Estamos construyendo una generación de infantes, fuente de transparencia, por fuerza de la maldad, en seres con secuelas imborrables que traduce un mundo sin futuro, y que alimentará sin piedad y sin remedio su autodestrucción.