En un escrito en Colombia del Instituto Confucio – Universidad Jorge Tadeo Lozano, se afirma: “Las cometas nacieron en China hace 2.000 años durante la Dinastía Chunqiu (hacia el 453 a.c.). Cuenta la leyenda que un chino llamado Muo Di se inspiró en un halcón que volaba sin mover las alas. Le llevó tres años construir una cometa que lograra el movimiento del halcón y luego de terminada la dejó volar durante tres días”. El artículo agrega algo que pocos sabíamos: En la dinastía Han las cometas se usaron con fin militar como una forma de distraer al ejército enemigo, volándolas por encima de las ciudades para evitar que combatieran y sorprenderlos. Con este mismo fin también se usaron para medir distancias y para pedir ayuda durante la dinastía Nan.

¡Vamos a echar Cometa! Como se dice popularmente, es una aventura deliciosa e inolvidable. Recuerdo haberlo hecho con grupos de amigos, es una experiencia que llena de placer y de gozo. Es una hazaña cumplida ver las cometas arriba, experimentar la libertad sin límites, todo esto llega a mi mente con verdadera nostalgia y cariño. Es algo muy llevadero en el alma y me parece que es una máxima del placer que se convierten en el mejor de los episodios pasados de la vida.

El ejercicio heroico lleno de alegría y ansiedad de lograr elevar la cometa, lo recuerdo como si fuera hoy, me traducen en el espíritu momentos muy bellos, muy delicados muy consentidos, sanos y de gran valor. Incluso diría yo, que es una práctica que reafirma la amistad y la confidencia de amigos cómplices, el hacer equipo con los otros. La unión de varios que se ve recompensada con lo que nosotros no hemos logrado alcanzar por nuestro propio esfuerzo individual ¡Con nuestras propias manos controlar al volar!
Me gustaría sentarme a mis anchas en la poltrona y revivir esta bella disciplina; pero que es sin lugar a dudas una verdadera terapia. Una historia construida consigo mismo y el apoyo espontáneo de los socios de juego con la naturaleza.

Desde el proceso de la construcción de la cometa, los colores, los motivos, dos palos de madera de 60 y 40 centímetros, cinta de enmascarar, hilo, pegamento y tijeras. No podía faltar la pita agarrada del centro y la costumbre de trapos viejos en la cola, muchos sin pena en épocas anteriores utilizando viejas medias de nailon de la mamá. Estas últimos iban a parar en los arboles enredados, imposibles de bajar, pero luego de haber cumplido su misión, hacernos llenar de éxtasis queriendo acariciar las nubes.

Ahora en época de vientos, convoquemos a hijos y nietos a esta experiencia a campo abierto. El mes de agosto, si los cambios climáticos nos lo permiten, son ventarrones saludables e intensos, según expertos alisios del sureste que se desplazan hacia el norte y localizan su máxima intensidad sobre gran parte del sur y centro del territorio colombiano.

Desde El 7 de agosto de 1975 cuando se dio inicio al primer Festival del Viento y las Cometas de Villa de Leyva, nuestro país es conocido mundialmente por éste evento. Un verdadero arte de sano esparcimiento y ensueño que nos lleva a querer tocar el cielo en su inmensidad y quizás lograrlo a plenitud.