Diciembre, el último mes del año es más que eso. Es una fuente de verdadera luz, todos lo esperamos con ansiedad para no solo romper la monotonía, sino para celebrar, reflexionar, expresar nuestra nostalgia, confesarnos, aceptar errores y sumar virtudes, hacer todo tipo de balances centrados en lo personal, y es la época en que podemos abrazarnos con propios y extraños, obviamente en estos momentos guardando los protocolos de sanidad… y brindar por la vida deseando felicidad y bienestar.
Es también un mes particularmente romántico, lleno de poesía, luz e inspiración que invita a la improvisación en letras y expresiones. Pablo Neruda escribió lo siguiente: “¿Y cómo se llama ese mes que ésta entre diciembre y enero? ¿Con qué derecho numeraron las doce uvas del racimo? ¿Por qué no nos dieron extensos meses que duren todo el año? ¿No te engañó la primavera con besos que no florecieron?”.
Para mirar más cerca, la inolvidable Olga Isabel Chams Eljach, conocida como Meira Delmar, poetisa colombiana de ascendencia libanesa, nos regaló un escrito cuyo fragmento destacó: “Quiero salir a los balcones donde una niña se asomaba a ver llegar las golondrinas que con diciembre regresaban”. O Gertrudis Gómez de Avellaneda, Cubana, conocida como Tula “En un día del mes de diciembre: Reina en el cielo ¡Sol! reina e inflama con tu almo fuero mi cansado pecho: sin luz, sin brío, comprimido, estrecho, un rayo anhela de tu ardiente llama”.
Pero lejos de la literatura, la música, los aguinaldos, las velas encendidas, los santos inocentes, el abrazo de las 12 de la noche y la comida típica, diciembre tiene propiedad en el corazón de los niños, es vistoso y hermoso apreciarlos en recitales, en coros y manifestaciones musicales que inundan un ambiente único y remueven con total alegría nuestras fibras del amor.
¡Claro! el mes de diciembre conlleva algo que contagia y te llena de poder infinito y nos conduce a que el sol brille y al verdadero valor de la vida tanto en el hombre como en la mujer y la familia extendida. Por ejemplo: La champaña y su clímax en el brindis, pero con racional consumo o buen uso, establece una autentica relación de integración y que complementa el festejo, lejos de la borrachera o perder la memoria y conciencia decembrina por exceso de copas. El mes de diciembre es para vivirlo segundo a segundo, de manera inteligente basados en el sentido común y no se mide por la capacidad del bolsillo para comprar, sino por la grandeza del corazón para expresar.
El protocolo sagrado de una hermosa mesa de navidad en el hogar con sus adornos y colores son parte de la esencia y la magia. No importa lo sencilla y humilde que ésta sea, su grandeza consiste en el esfuerzo de ponerla ahí, y que haya sido enaltecido por el profundo deseo y el compromiso de estar todos los convocados unidos, sentados alrededor, sanos y colmados de esperanza.
Y si alguno falta por cosas del destino o por qué Dios lo quiso así, al menos que traiga bellos y grandes recuerdos. Al fin y al cabo tendrá eternamente su espacio en el corazón, para expresar en coro lo que solo se hace una vez al año:
Gritar con amor ¡Feliz Navidad!