Nuestra Madre es ese ser vital que convoca históricamente a la familia, tiene la fuerza de unir y sellar sentimientos, pues su sabiduría y ternura no tienen límites. Cuando nuestras madres sufren, nuestro corazón estalla de tristeza. El mundo de la mujer y especialmente el de las madres está amparado en gracia, en la eternidad del tiempo de la existencia de los hijos. Las madres nunca se olvidan y el mayor privilegio para un ser humano es contar con ella viva. En nuestra reflexión de hijos muchas veces pensamos ¿hemos sido justos o no con ellas?, ¿les hemos regalado el reconocimiento que se merecen tanto en vida como cuando se nos van?
Poetas, músicos, artistas de todo género, han inspirado en ellas sus mejores piezas. Como el Maestro Pablo Neruda, quien perdió a su madre por tuberculosis cuando apenas tenía él un mes de nacido, su nombre Rosa Neftalí Basoalto Opazo, profesora de centro educativo para niñas.
"Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte
La leche de los senos como de un manantial,
Por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
En la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
Y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
Porque tu ser pasara sin pena al lado mío
Y saliera en la estrofa, limpio de todo mal.
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
Amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
Amarte más.
Y todavía amarte más y más”.
La inspiración infinita hacia las Madres no cesa nunca, es así como boleros, vals, pasillos, tangos y rancheras con hermosas letras le hacen un homenaje con exquisito talento desde el alma. Seleccioné un fragmento de una interpretación de Julio Jaramillo, cantante y músico ecuatoriano que se conoció como “El ruiseñor de América”, en versos para mi madre:
Aunque no soy poeta,
Los versos a mi madre
Me los inspira Dios.
Que linda que es mi madre
Que suerte es tenerla y
Que dichoso al verla
Feliz en el hogar.
Radiante de alegría
Al lado de sus hijos
Cuidando sus nietitos
Que santa que es mi madre,
Bendícela, si, bendícela Señor.
Pero hay algo que no entendemos en la lógica de la razón humana, y es que a muchos nos llena de amargura pensar que en Colombia uno de los días más violentos cada año según investigaciones y notas de prensa, es el Día de la Madre, el festejo limpio y sagrado hacia ellas se ha convertido en algunos lugares del país en el final de una trágica historia. Así, En medio de la celebración, el licor y la música, se hacen evidentes las riñas al interior de familias resquebrajadas por espíritus enfermos que ocasionan profundo dolor en mayo, el mes de la Madre.
Pero gracias a Dios, hay millones de familias que coreamos cada año un canto y brindis en honor a nuestras madres. Por ese amor que nunca se marchita, a la que debemos siempre mirar de cerca o de lejos, esté o no a nuestro lado. Nada basta o es suficiente para regalarle y compensar su sacrificio, entrega y tenacidad.
El mes o Día de la Madre, se ha hecho patente y de gran tradición, pero es el momento del volverlo más sentido en dignidad a la santa fecundidad.